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En medio de mis pensamientos, una pregunta curiosa de Alex me sacó de mi ensimismamiento: "¿Qué es eso de las salchis?"

Reí suavemente, encontrando adorable su interés en algo tan trivial pero significativo para Sara y para mí. "Son salchipapas", expliqué con entusiasmo. "Están riquísimas. Es comida basura, lo sé, pero de vez en cuando nos damos ese gusto. Es algo que solemos comer en nuestras casas, y la verdad es que el sabor no es el mismo cuando lo comes en un lugar de comida rápida. Además, el ambiente en el sitio al que vamos no está mal y la gente es maravillosa, tienes que probarlas alguna vez".

"¿Dónde es?" preguntó Alex con seriedad, mostrando poco interés en la respuesta.

"Es en el mercado central, en un puestecito", respondí.

"Marc", dijo Alex de manera decidida.

El chofer preguntó respetuosamente, "¿Vamos al mercado central, señor?"

"Sí, vamos al mercado central", respondió Alex afirmativamente. Noté cómo intentó sonreír, pero enseguida desvió la mirada. Durante todo el trayecto, nos mantuvimos en silencio mientras enfrentábamos el tráfico y la bulliciosa multitud. La presencia de la limusina en medio de ese ambiente llamó mucho la atención, lo que parecía incomodar a Alex. Quizás no estaba acostumbrado a este ambiente tan animado y abarrotado. Me percaté de su mirada vigilante, como si estuviera analizando cada movimiento a su alrededor

"¿Dónde puedo dejarlos, señor?" preguntó el chofer, mostrando su destreza al moverse en las estrechas calles, teniendo en cuenta el tamaño del coche. La gente se sorprendía al ver una limusina en aquel lugar, y era comprensible; además, nuestra vestimenta no era la más adecuada para pasar desapercibidos.

"Déjanos aquí, por favor", sugerí. Alex me miró sorprendido, y el chofer indicó con sus intermitentes que se detendría para que pudiéramos bajar sin problemas.

En ese momento, me di cuenta de que Sara todavía estaba dormida y no quería despertarla. Alex pareció entender mi intención y dijo: "Marc, vete a casa. Ayuda a mi hermana a bajar y quédate atento al móvil. Te llamaré cuando necesite que vengas a recogernos".

Me sentí un poco culpable por quitarle tiempo de descanso al chofer, así que propuse: "Podemos coger un taxi para que él ya se pueda ir a descansar ". Alex me miró seriamente, tal vez no le agradó mi comentario porque para él era parte del trabajo, y tenía razón, además que discutí una orden que dio el.

"No se preocupe, señorita. Estaré pendiente del móvil", dijo el chofer, ignorando mi sugerencia. Me acerqué a Sara para que apoyara su cabeza en el asiento, y aunque se movió un poco, no despertó. Alex abrió la puerta rápidamente, y yo lo seguí.

"No se preocupe, vaya a descansar. Buenas noches", le dijo Alex al chofer cuando bajó la ventanilla. El chofer simplemente asintió, subió la ventanilla y se perdió en el caos de coches. Cuando el coche fue desapareciendo, me di cuenta del panorama. Alex y yo en el mercado central vestidos de gala, no sabía cómo iba a caminar con estos tacones pero lo intentaría. Ya me estaba entrando hambre así que agarre la manga de su traje y tire de el para que me siguiera. Empezamos a caminar por las bulliciosas calles que estaban abarrotadas de gente. Cuando supe que Alex me estaba siguiendo le solté su manga.

Caminábamos por las bulliciosas calles del mercado central mientras la noche caía lentamente sobre nosotros. La atmósfera era completamente diferente a la que estábamos acostumbrados, y podía notar cómo Alex se mostraba un poco incómodo y cauteloso en ese entorno tan ajeno a su vida habitual.

A medida que nos adentrábamos en el mercado, la escena se volvía más cruda y realista. Los intensos olores de la comida callejera se mezclaban con el humo de los puestos de venta y los sonidos de los comerciantes que anunciaban sus productos a viva voz. La iluminación era tenue y, en ocasiones, parpadeante, lo que dejaba espacios oscuros y poco iluminados entre los puestos.

Mientras avanzábamos, la multitud se agolpaba a nuestro alrededor, y no podíamos evitar sentir cómo todos nos miraban, especialmente a nosotros vestidos de gala en medio de aquel caos. Alex y yo éramos un contraste evidente en aquel ambiente, y las miradas de casi todos se posaba en nosotros.

Aunque intentábamos seguir adelante, cada paso se convertía en un reto entre la maraña de personas y la complejidad de mantener el equilibrio con mis tacones altos. Mis pies comenzaban a doler y el vestido se enredaba en el suelo, preocupándome por su integridad.

Alex notó mi incomodidad y preocupación y, sin decir una palabra, me tomó de la muñeca y me llevó hasta un puesto que vendía zapatos. Antes de poder negarme, me sentó en un pequeño banquito donde la gente probaba los calzados. Quería quitarme los tacones para descansar y comprarme unos zapatos, pero temía que mi vestido se ensuciara y se arruinara con la diferencia de altura.

Sin embargo, en ese momento, un chico joven de semblante serio se acercó de mala gana "Si no van a comprar se tiene que ir de aquí" lo dijo de mala manera. En ese momento Alex se estaba empezando a enfadar y a estresar. Y sinceramente yo quería evitar cualquier conflicto innecesario.

"Cuanto quiere para que ella descanse 5 minutos en el banco?" Alex respondió de mala manera y en ese momento saco su cartera. Decidí que era mejor seguir adelante y me levanté rápidamente, arrebatando la cartera de las manos de Alex.

"Disculpen las molestias", dije tratando de calmar los ánimos, y rápidamente me alejé con Alex de aquel lugar. Quería evitar cualquier malentendido y discusión por cuestiones de dinero. No creía que todo se solucionara pagando y me molestaba la actitud prepotente de Alex.

"Te puedo asegurar que aquí las cosas se arreglan a menudo así", replicó Alex con cierto tono de molestia. Sentía su frustración, pero no estaba dispuesta a contribuir a esa dinámica. "No todo se soluciona con dinero", le respondí con firmeza, sin querer ceder ante ese pensamiento y le devolví su cartera. 

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