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Sergio soltó un suave suspiro

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Sergio soltó un suave suspiro.

Oyó el canto de las aves afuera, anunciando la aparición del alba, junto con el agudo chillido de una que otra ardilla no muy lejana.

Extrañó la cálida sensación de la luz que atravesaba la ventana en su piel, el invierno estaba a la puerta de la esquina, y sus ventanales permanecen cerrados en un intento de dejar su casa a una temperatura acogedora. Frotó la nariz contra una superficie firme pero suave, poco a poco un aroma caló sus fosas nasales, y con aquella delicada esencia, decidió alzarse del mundo de los sueños

Solo que no creyó que fuera tan bruscamente.

Ahogó un chillido en su garganta cuando la tez un poco canela apareció frente su vista, intentando retroceder y fallando. Unos fuertes brazos lo rodeaban con descarado atrevimiento, y él se encontraba demasiado adormilado como para apartarse.

Oyó un gruñido de disgusto por parte del contrario, y su cuerpo fue rodeado con más intensidad, haciéndolo sentir terriblemente avergonzado. Y su pena fue mucha más cuando logró recordar los acontecimientos de plena madrugada.

Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando su turno de vigilar había terminado. Le desearon buena suerte al nuevo vigilante y comenzaron su regreso a la cabaña dispuestos a dormir y no despertar en muchas horas. Sergio parecía el más afectado por el sueño. Tenía los ojos entrecerrados y caminaba lento. Debido a eso, no pudo evitar tropezar más de una vez contra varias rocas en el camino.

Max por su parte, parecía no ser afectado por las horas perdidas de sueño. Pues claro, Max, como ciudadano de Londres, estaba acostumbrado a una vida ajetreada y apretada en horario. Varias veces quedó despierto hasta altas horas de la noche, o incluso sin dormir nada.

Así que no dudo en sacar un poquito de provecho al estado de su mayor, le dió la idea de cargarlo y él, totalmente destruido hasta el cansancio, aceptó. Y no resistió ni un segundo cuando fue depositado sobre el colchón y Max se acostó a su lado, de hecho, se abrazo a él en un suspiro de completo placer.

Y claro que el menor tampoco se nego ni un poco, inhaló el aroma de su niveo cuello y lo apretó contra sí, gustoso de sentir sus fuertes músculos y suave piel. Entre sus brazos había, sin dudas, un gran alfa.

Los recuerdos eran como tiras de películas en su memoria, golpeándolo una y otra vez hasta dejarlo noqueado, Sergio ya no necesitaba de calor sobre su pequeña nariz porque este se había acumulado en todo su rostro.

Salió de sus pensamientos cuando de nueva cuenta sintió los brazos abrazarlo más fuerte:

—Max... — le llamó con la esperanza que se despertará y le soltara —¡Max!

No le quedó de otra que gritarle. Estaba demasiado avergonzado de seguir en esa posición, debía salir de ahí cuanto antes,

—¿Qué pasa? — se despertó tranquilamente, como si no pasara nada.

Passion between betrayal | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora