Capítulo 23

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Habían pasado tres días desde que salí de mi casa, más bien huiste y te acobardaste, sin darle una explicación a Max o mi madre. No tenía la necesidad, porque mi papá lo iba a arreglar todo y no nos iban a molestar el tiempo que estaremos de viaje.
Aún recuerdo que mi padre se alegró cuando le dije que sí nos íbamos a ir a ese viaje que había planeado, por su parte era de negocios. Lo importante es que nos las arreglábamos para tener tiempo y platicar del pasado, del presente e incluso del futuro, en verdad me estaba ayudando este tiempo con mi padre, para sanar poco a poco lo que había pasado durante dos meses. Me marché porque necesitaba tiempo y espacio. Una por Max y la otra porque seguía en shock después de ver una persona morir en mis brazos. Alguien jamás olvidaría algo como eso, en un largo tiempo

Me encontraba en una silla cerca de una playa, es ilógico que me llevara al mar, si en casa tenemos varias cercas, pero el me dijo que era especial para él y mamá. Y vaya que lo era, la playa estaba escondida entre los montes, algo así como un cuento de hadas, un lugar difícil de llegar pero que vale la pena visitar, jamás había visto el color que tiene el agua y la comida es deliciosa y más si es recién sacada del mar. Estaba tomando el sol, con los ojos cerrados disfrutando de la calidez y de lo pacífico del lugar, lo cual es muy tranquila, cuando alguien cubre con su cuerpo la luz que me estaba bronceado mi pálida piel.

- ¡Oye! - me quejé - por sino te has dado cuenta estas tapándome el sol y estropeando el poco bronceado que quiero tener - todavía no abría los ojos. Ya me había pasado, algunos eran idiotas y querían ligarme. Otros eran amables pero yo no quería estar en este momento con alguien que no sea yo.

- Pequeña - ¡no puede ser! Abrí los ojos de golpe en cuánto terminó la palabra y Max está aquí, con un traje de baño negro.

-¿ ¡QUE CARAJOS QUIERES!? LÁRGATE NO TE QUIERO VER - por fin exploté como un volcán. Había estado guardado mis emociones por tres días, tres malditos días. Específicamente mi enojo y decepción hacia él.

- Hablar contigo - su tranquilidad me estresaba y bastante. Como no tenía ni una idea.

- YO NO QUIERO HABLAR CONTIGO - me crucé de brazos y apenas era el comienzo de mis sentimientos guardados.

- Pues yo sí, quiero explicarte las cosas - se acomodó en mis piernas, sin mi permiso. Como yo no lo quería tocar las encogí.

- No quiero que me las expliques - me estaba empezando a calmar y todo porque estaba cerca mio, ese era un efecto que provocaba en mí. Uno de tantos, como siempre, mi conciencia traicionera.

- No es lo que parece, Amanda y yo no nos acostamos - ¿así de simple?

¿Cuántas veces los hombres han dicho eso? Hipócritas que llegar a ser. Uno no me tragaría ese cuento chino.

- Claro y yo estoy ciega - mi evidente sarcasmo hizo que él frunciera su ceño

- No estoy diciendo eso, estas malinterpretando las cosas - ¡bah!

¿¡En serio?! Como se atreve...

- Ajá. Perdóname entonces Max, por ser una completa idiota - y en verdad lo era. Creer en algo que no iba a suceder jamás es algo estúpido ¿no? Y para colmo está mal, por el simple hecho de que somos hermanos.

- Pequeña... - su tono era de advertencia

- No me digas así - lo corté. Esa palabra causaba miles de sensaciones por todo mi cuerpo y no estaba preparada para volverlo a experimentar.

- Abby, no me estas dejando hablar - se notaba que estaba un poco cansado, tratando de explicarme las cosas.

- Pues yo no quería escucharte desde un principio. Pero ahora que no pienso mejor escúchame tu a mí - lo señale - eres el peor hombre que habita en la faz de la Tierra. Maldigo la hora en la que me besaste, en la que dejé llevarme, en la que tuvimos sexo y lo que más me lamento es que tú hayas sido el primero en mi vida y por haber creído tus mentiras. Ahora como no te vas, me iré yo - me encaminé hacia el hotel. No sin antes girarme y gritarle - ¡no te quiero volver a ver jamás en mi vida, para mi ya no existes!

Mi encantador hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora