Capítulo 15

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Narra Flavia 

Javiera no hablaba solo lloraba se sentía frágil y débil en mis brazos, sus lágrimas mojan mi cuello, su cuerpo tiemblan y sus piernas no la sostendrán mucho tiempo más. Apreté con fuerza mis brazos alrededor de su cuerpo y dejé un pequeño beso en su pelo antes de separarme despacio de ella. 

– Vamos arriba linda, ven– tomé su mano y la ayude a subir las escaleras. Apenas entramos en mi habitación le indique que se siente en el sillón junto a la ventana. Cubrió su cara con sus manos y ahogó un grito. 

La vi sacar una pequeña petaca de un bolsillo y la miré sorprendida, no creí que estuviera tomando. Me quedé parada junto a la puerta solo viéndola, no decía nada pero parecía molesta, dolida y triste. 

– Javiera, ¿qué pasa?, ¿tiene que ver con Mateo esto? 

– No. 

– Entonces… dime, ¿Qué pasa?, me estoy preocupando– me senté junto a ella y puse una mano en su pierna, de forma inmediata se paró evitando mi toque, bajé la vista a mis manos 

– Soy una idiota– volví a mirarla, no entendía porque lo decia– la Maira me cago con la pendeja 

– Ay, ¿qué te puedo decir? 

– Que me hicieron weona, ¿qué me vas a decir?– entre medio del llanto dejó escapar una risa– y soy rati 

– Tu me dijiste que ya lo estabas sospechando 

– Que lo sospeche no quiere decir que duela menos– apoyo la cabeza contra la puerta, su respiración era irregular, pero en menos de cinco minutos había terminado la petaca, fruncí el ceño, Javiera no era buena para tomar, no de esta manera

– Yo… no se que decirte 

– Nada, está bien– cerró los ojos y caminé hasta ella

– Javiera… 

– Es raro sabes– volvió a alejarse de mí, caminó hasta la cama y se sentó– siempre creí que sería yo quien la engañaría, creí que si un día tú volvías no me importaría nada y estaría contigo– se dejó caer sobre el colchón y sonreí al verla, su pelo cae un poco alborotado en las sábanas mientras que Javiera me mira con sus hermosos ojos verdes llenos de lágrimas.

– Paso tanto tiempo desde la última vez que nosotras estuvimos juntas 

– Si, 25 años 

– El tiempo siempre duele– me acosté a su lado y me acomode de forma que pudiera mirarla, las lágrimas caen por su mejillas pero se pierden en su cuello, su nariz está ligeramente enrojecida no sólo por el llanto, sino también por el whisky.

– Es que eso yo ya lo acepte, ¿pero cuando deja de doler?– giró su cara para mirarme de frente

– Perdóname por favor 

– Ya no se si lo que siento es amor– fue sincera conmigo, lleve una mano a su mejilla intentando secar las lágrimas– creí en ti y ahora por tu culpa no creo en nadie 

Las dos nos quedamos calladas, solamente así mirándonos. Ella estaba un poco más tranquila, se sentó despacio en la cama y la imite. 

– Uh– dejó escapar un suspiro y supe que estaba mareada– me voy– se levantó y agarró sus cosas 

– ¿A dónde vas?, no tu no te puedes ir– camine hasta ella

– Si 

– Tu no te puedes ir manejando a ninguna parte por ningún motivo– me puse de frente evitando que avanzara– ¿Has tomado cuantos whisky?, porque esa no es la primera petaca– ignoró lo que le estaba diciendo y se puso la mochila– oye escúchame 

– ¿Qué? 

– Si te paran los pacos– río mientras seguía avanzando

– No me van a parar 

– Si te paran los pacos– volví a hablar esta vez más calmada, necesitaba que me escuchara– y te hacen la alcoholemia manejando en estado de ebriedad… 

– No me va a pasar nada– apoyó una mano en la pared detrás mío, pegándose a mi 

– ¡Te va a costar la pega! 

– No me va a pasar nada, déjame salir– busqué su mirada y me quedé unos segundos contemplandola, ella esperaba pacientemente

– Ven– puse una mano en su hombro y la hice voltear 

– No. 

– Te vas a acostar un ratito– hable bajo mientras hacía que caminara hasta la cama– te vas a acostar, no seas porfiada– se sentó en la punta de la cama así que la ayude a acostarse.

En pocos segundos se quedó completamente dormida, decidi quedarme junto a ella vigilando su sueño, había notado que últimamente debía dormir poco y comer mal, su piel estaba ligeramente más pálida de lo normal y las ojeras se marcaban un poco más profundas. 

Necesitábamos hablar de forma coherente como dos mujeres adultas, así que simplemente cuando despertara se lo propondría. 

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Habían pasado varias horas, Javiera seguía completamente dormida en la cama y para que estuviera más cómoda la tapé con una manta, caminé hasta él baño y me puse un camisón junto con un saquito. Una vez cambiada decidí que sería mejor ir al cuarto que tenía para Mateo a dormir, tratando de hacer el menor ruido posible mientras iba hacia la puerta, cuando estaba por abrirla ella habló. 

– Quédate conmigo– me miraba medio dormida pero sonreía, dude un segundo pero qavancé hasta la cama, me senté a sus pies y pase mi mano sobre la manta– acuéstate, es tu cama, ¿qué haces ahí sentada?– sonreí, su voz sonaba pastosa. Gateó por el colchón hacia el otro lado y me senté. 

Javiera se dio vuelta y se acomodó dejando su cabeza en mi regazo, puse mis manos en su pelo y lo acaricie unos segundos. 

– De verdad te extrañe 

– También yo

– Por favor, no vuelvas a irte

– Te prometo que no lo haré 

– Odio las promesas– susurró y temí que se alejara– pero quiero confiar en ti 

– Tenemos mucho de lo que hablar 

– Lo se– colocó la manta por sobre sus brazos y yo la acomode en su espalda

– Intenta dormir, te ves cansada 

– Gracias– se quedó en silencio unos segundos– Gracias por quedarte conmigo 

– Siempre mi amor– deje mi mano en su pelo haciendo un leve masaje hasta que sentí que su respiración cambió, se había dormido de nuevo.

No se si es amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora