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— ¡Despiertate! — Sentí como movían con algo de fuerza mi cuerpo. Despertandome al final. —Deberías comer antes de salir— Dijo la misma mujer que la noche anterior me había recibido en la cabaña.

Llevándome hasta un comedor grande. —No se qué pasará contigo, pero al menos deberías de comer— Me entregó un plato con un par de panecillos y algo de agua.

Comiendo y sintiendo como algo de vitalidad volvía a mi cuerpo.

— ¿Jihyo? — Escuché a mis espaldas. — ¿Qué haces aquí tan temprano? — Cuestionó. —No podía salir anoche— Respondió una voz de una niña. Volteando por curiosidad con aún un poco de pan en mi boca.

— ¿Tú eres el niño que trajeron ayer? — Me preguntó directamente a mi, obviando a la mujer de entremedias.

Asentí. Esta se acercó, detallandome más de cerca. —No pareces tan interesante como para haber causado tantos problemas ayer— Directamente y sin tapujos dijo.

—Jihyo, qué te hemos dicho sobre juzgar a las personas por sus apariencias… — Regañó la mujer. —Que no debo de hacerlo… — Se sentó a mi lado cabizbaja.

— ¿Qué puedes hacer? — Me susurró, evitando más regaños. —Puedo curar— Respondí con ese mismo tono, sorprendiendola. —Imposible— Negó instantáneamente.

Me senté en el medio de la banca donde estábamos ambos sentados, siguiéndome ella.

Alcé una mano, mirándome extrañada, luego la otra, siendole más natural.

Procedí a poner ambas manos en su cuello, cerrando los ojos y empezando con aquella reacción, aunque a medias de aquello, sentí un fuerte pinchazo en el pecho, aguantandolo hasta terminar con aquello, una vez quitando sus manos de ella, cayendo del dolor y apretando fuertemente mi pecho del dolor.

Al aminorar un poco el ardor, llevé mis propias manos a mi cuello, curandome yo mismo, parando todo aquél dolor.

— ¡¿Estás bien?! — Preguntaron tanto la mujer como la niña, pero ya me había recuperado. —Solo dolió un momento— Me enderecé.

—Pensé que te había matado… — Vi como la niña estaba temblando de miedo. — ¿Sin tocarme tú a mí? — Pregunté. —No puedo controlar algunas veces mi propia energía— Explicó. —Es un problema de nacimiento, algunas veces su cuerpo expulsa mucha energía— Explicó la mujer, ayudándome a levantarme.

—Eres como Minho… — Volvió a darse una vuelta a mi alrededor. —Pero más joven y con el cabello y ojos negros— Siguió diciendo.

— ¿De verdad puedes sanar? — Preguntó la mujer ahora, escuchando nuestra conversación, asintiendo mi persona.

Me miró un momento, luego subiéndose un poco su larga falda blanca. —Hace unos días me caí en unos espinos… — Indicó, mostrando un área del pie muy mal.

—Minho me sanó hace poco y no surte efecto aunque quiera volver a sanarme… — Explicó, acercándome a ella, pidiéndole que bajara a mi nivel, una vez ella haciendo esto, procediendo a curarla con mis manos en su cuello.

Luego de unos segundos, su pierna estaba totalmente sana. —Increible… — Se estaba mirando aún. —Pensaba que una vez que recibes una curación de un arcángel ningún otro podía curarte hasta que tú cuerpo lo admitiera— Dijo en voz alta aunque parecía ser algo interno.

—Aunque la diferencia es que él no tiene ningún poder como Minho— Añadió la pequeña Jihyo. —No creo que le sea necesario— Opinó la mujer.

— ¡Jihyo! — Escuchamos un grito de regaño detrás de nosotros. Y todos parecíamos conocer bien la voz.

—Mama… — Escuché como apenada empezó a caminar. —Le dí algo de comer señora… — La mujer conmigo hizo una pequeña reverencia, copiándola.

—Vengan conmigo— Nos indicó. Caminando ambos. — ¿Estás mejor de tu pierna? — Preguntó la mujer de delante. —Él me sanó— Indicó, frenandose ella, luego nosotros.

—Niño— Me nombró. —Ponte delante— Indicó, siguiendo sus instrucciones. Una vez estaba delante, me di la vuelta, viéndola de frente.

Desenvainó una espada fina que tenía a su izquierda, levantándola, luego alzó un poco su mano izquierda, bajando el filo en su carne y cortándose a si misma.

Una vez hecho esto, se arrodilló, mientas su brazo aún seguía sangrando levemente.

—Curame— Indicó, a lo que seguí aún con sus instrucciones, curandole esa herida segundos después.

—No eres normal— Dijo mirando su ahora inexistente herida. Se levantó, caminado nuevamente, siguiéndola todos.

Luego de unos cuantos minutos de caminar entre el lindo césped y algún que otro árbol, finalmente paró, habiendo un pequeño campo con cosas.

—Tardaron demasiado… — Indicó una niña algo cansada. Seguido de sus palabras, se escuchó una pequeña explosión a unos metros.

—Jeongyeon, Minho— Simplemente dijo dos nombres, segundos después ya tenía a ambos dueños de aquellos nombres delante.

—Este niño ahora va a estar encargado de curarlos luego de sus entrenamientos— Indicó, mirándola todos.

— ¿Él? — El otro niño me miró aún más incrédulo que Jihyo.

— ¿Esa explosión te hizo algún rasguño? — Preguntó la madre, asintiendo él.

Bastó una mirada en mi, luego en el niño para indicarme qué hacer.

Caminé hacia el, procediendo a curarlo, dando un paso hacia atrás antes de ponerle mis manos en su cuello, pero aceptandolo después, mirándome atónito luego de un par de segundos.

—Jeongyeon— Dijo la mujer, mirándola fijamente. —Lanzame tú bola de fuego— Indicó, dando unos pequeños pasos hacia atrás por si acaso. Luego de unos segundos todos estábamos del lado contrario a ella.

La otra niña se enderezó, alzó una mano, empezando a calentar el ambiente, poco a poco generando una buena llamarada encima de ella.

Luego de unos cuantos segundos, bajando su mano en dirección a su madre, recibiendo de lleno aquello, siendo una gran explosión, al punto de Jihyo hacer algo con sus manos y parar el viento y onda expansiva.

—Creo que sabes lo que tienes que hacer ahora— Entre las llamas aún presentes, caminaba la mujer.

Acercándome a la niña, —Espero que no pienses ponerme las manos encima— Alzó una ceja. —Jeongyeon— Regañó su madre. — ¡Me niego! — Me miró, y lo que habría pensado que era una rabieta terminó en aquella niña lanzándome una llamarada de frente.

Kollision - Sana & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora