Capítulo 3: La santa inquisición

71 9 9
                                    

Me enteré de muchas cosas durante mi estadía con ellos, sí eran extranjeros como lo supuse, Skailor de un país llamado Grecia y Rigel venía de una tierra que ya no existía en Oriente llamada Babilonia. El primero había decidido volverse sacerdote para seguir predicando y el segundo era un médico que se la pasaba viajando a diversas naciones en busca de algo nuevo. Eso fue lo que me dijo él.

Notaba que a pesar de su cercanía, el sacerdote era en extremo callado y reservado, no sonreía y sólo se dedicaba a hacer sus trabajos, no era muy sociable y menos amigable. Costaba hablar con él.

Rigel por el contrario era muy amigable, alegre con todos y le encantaba abrazar a sus amistades. A veces resultaba fastidioso, pero era alguien bueno pese a lo que vi que le hizo al obispo.

Ambos se conocieron hace mucho tiempo, Rigel me contó que mucho antes de que la iglesia fuese una jerarquía poderosa. Me dijo incluso que conoció a Jesucristo. Me cuesta creerle, ¡Eso pasó hace siglos!

Todo me parecía una completa locura hasta que me contó lo que él y el sacerdote eran en realidad, una raza híbrida entre ángeles y humanos llamada nefilim, y que para colmo eran inmortales. Tremenda historia.

Pensé por un momento que se había vuelto loco pero luego me daba cuenta de que poco a poco lo que me iba diciendo sí tenía sentido.

Era extraño, podía ser cierto, pero Rigel era raro.

El sacerdote se detuvo en su prédica y aquello se me hizo raro, creí que había terminado de hablar hasta que lo vi mirándonos a ambos conversando en plena misa.

¡Qué vergüenza!

Rigel se calló al darse cuenta y sólo saludó a Skailor con un ademán y una sonrisa nerviosa. Éste lo miró feo. Me dio risa.

Continuó con su prédica y pensé que después de misa nos regañaría. Así fue.

—Rigel, tú sabes muy bien que mientras doy la misa, no se habla, ¿Qué te pasó?, parecías un loro.

—Skailor... —Rigel no quería escuchar sus regaños pero éste no tenía intenciones de dejarse ignorar.

—Si lo vuelves a hacer, te mato —El cura lo amenazó y yo abrí mis ojos como platos. Era raro ver que un cura dijera eso.

—Padre —Le dije, a modo de respeto—. Matar es malo.

—Viste, Skailor, matar es malo —Rigel repitió lo que dije y traté de no reírme.

—¿Quieres que le diga al Papa que te canonice? —Skailor usó cierto sarcasmo mientras alzaba las cejas y Rigel frunció los labios para no reírse—. O mejor te saco una lectura bíblica por allí que dice que antes de quitarle la paja del ojo al otro, quítate tú la viga. ¿Te suena?

—Skailor, por favor, no seas aburrido —Rigel rodó los ojos y yo me cubrí la boca para no reírme. El cura se dio cuenta—. Estás amargado. ¿Te parece si nos vamos a ver mujeres?

—Yo creo que el diablo a ti te tiene miedo —Skailor lo ignoró y se fue para otro lado. Ambos nos miramos y Rigel sonrió traviesamente.

—Arty, ¿Quieres ver mujeres conmigo? —Y bueno, resulta que el tío Rigel es un mujeriego. Una mala influencia.

—Sí —Asentí, sabía que después me compraría algo dulce.

Parecíamos dos cómplices de un crimen perfecto, Rigel se había vuelto como un hermano para mí, o un padre, me cuidaba mucho y junto a Skailor habían decidido criarme hasta que pudiera defenderme por mi cuenta.

Ya habían pasado como dos meses desde lo ocurrido, vivir en la iglesia y ayudar al sacerdote no estaba mal, salir de paseo con Rigel no estaba mal, era divertido, a mí me gustaba.

Los secretos de la hoguera #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora