Capítulo 22: Las llamas del infierno

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Traté de detener a los soldados, pero al estar mi cuerpo tan débil, terminaron por golpearme y la atraparon.

La vi luchar contra ellos y yo incluso me levanté para detenerlos, pero fueron más rápidos, volvieron a golpearme y en menos de un segundo se la llevaron.

—¡ARTY! —Corrí detrás de ellos mientras me tropezaba con las paredes o los escalones. Fue difícil llegar a la sala de abajo. Luego recordé a Rigel—. ¡Rigel! —Lo llamé, tratando de localizarlo mientras el terror se iba apoderando de mí. Logré encontrarlo en el suelo con varios golpes y se sujetaba el estómago—. ¿Qué te hicieron?

—¿Dónde está Arty...? —Me preguntó con la voz entrecortada, algo le dolía y de un momento a otro escupió sangre.

—Lo siento... —Le di la vuelta, acostándolo boca arriba para saber que tenía. Lo habían apuñalado—. ¡Se la llevaron! —Me temblaban las manos y no podía curarlo por culpa de mi debilidad—. ¡Mishkahiel!

—¿Sí? —El demonio de Rigel apareció de inmediato—. Ay, mierda, ¿Qué pasó? —Se arrodilló frente a Rigel y al tocarlo lo sanó. Éste se sentó rápidamente y se sujetó la cabeza, seguramente por un mareo—. Rigel, cálmate, estás débil, perdiste sangre.

—¡Tengo que salvarla! —Exclamó asustado y luego me miró—. ¿Sabías que estaban aquí?

—¡No!, todo fue tan de repente, ¡Se supone que ellos estaban en Francia! —Estaba tratando de pensar en lo que ocurrió. Podía haber sido que Lilith siguió nuestros pasos—. ¡Tenemos que salvarla antes de que le hagan daño!

—¡Maldición!, ¡Esto era lo último que faltaba! —Rigel se puso de pie y aunque yo traté de seguirlo, casi me caigo. Él impidió que lo hiciera y me ayudó a levantarme—. ¿Dónde crees que estén?

—Tenemos un cuartel al oeste de aquí, no queda muy lejos de la cárcel —Ambos salimos y le señalé el lugar. Rigel asintió—. Iré a buscarla, pero necesito que me cubras la espalda, en estas condiciones no puedo hacer mucho, tú estás mejor que yo.

—Está bien, te ayudaré, pero sálvala de verdad, al menos hazlo porque sabes que ella tiene el corazón —Recordé lo del corazón y me llevé ambas manos a la cabeza. Si esos sujetos se daban cuenta...

—¡Vamos rápido! —Traté de guiarlo lo más rápido que pude y empezaron a salir varios soldados. Rigel se encargó de ellos y aunque hubiese querido ayudarlo, no podía ni provocar fuego.

Caminar hacia el cuartel resultaba más tortuoso a sabiendas de que Lilith podría dañarla mientras yo me tropezaba con cualquier cosa.

Lo único que deseaba era que estuviera bien.

●●●

Derrotar a los soldados fue pan comido, pero a medida que iba siguiendo a Luzbel para encontrar el cuartel, empezaba a preocuparme porque yo sabía que no sólo había humanos en la inquisición.

Fue en ese entonces cuando mis temores se hicieron realidad en lo que vi dos pares de ojos amarillos y brillantes acercarse a mí con espadas.

—Pero miren nada más, la ramera de nuevo —Traté de golpearlos pero el más alto me hizo una llave y terminé en el suelo. Traté de librarme de él y lo apuñalé en el estómago. El otro sacó una flauta y empezó a tocarla. Así sería difícil poder pelear.

Como pude me quité a éste de encima y mientras me cubría los oídos, le lancé una patada al otro en la cara que le hizo tirar la flauta. Corrí hasta ella y la pisé con fuerza, destruyéndola sin dificultad.

—¡Maldito! —El demonio flautista que recordaba que se llamaba Einel se lanzó contra mí cuando destruí su instrumento. Sacó una daga y casi me corta el cuello. Tuve que patearlo lejos para quitármelo de encima, pero en eso el otro, llamado Azael, me atacó con una espada y casi me mata. Ese era el más peligroso.

Los secretos de la hoguera #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora