Capítulo 5: El rostro del enemigo

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Rigel partió luego de unos días a una tierra lejana, me dejó con Skailor quien se encargaría de mi tutela hasta nuevo aviso. Había pasado sus últimos momentos bastante apagado, como si aquella noticia significara que tendría un trágico final por culpa de su herejía.

A veces me preocupaba por él, tenía miedo de que en verdad le hicieran daño, Rigel era como un padre para mí y sea como sea le tenía cariño.

Tenía más dudas al respecto por lo último que presencié, quise preguntarle al sacerdote pero la misa comenzó y me indicó que después respondería.

Me dejó ayudarle como acompañante en el altar, algo que únicamente podían hacer los niños.

Muchas miradas se posaban sobre mí, Skailor me dijo que no les hiciera caso, que no era un pecado que yo le acompañara.

Otros rumores más se hacían presentes en ese entonces, ya que ver a un sacerdote cuidando de un niño no era algo muy normal.

Creían que era su hija de sangre.

Obviamente no nos parecíamos en nada, él era blanco, rubio y de ojos verdes, y yo sólo era una niña morena de risos abundantes con rasgos de oriente.

Rigel en los rasgos se parecía más a mí pero él era tan blanco como Skailor. Era imposible que fuéramos familia.

La misa terminó y cuando fui a cambiarme el traje de monaguillo, escuché al sacerdote hablar con unas fieles devotas que parecían más enamoradas de él.

Conocía las señales gracias a Rigel, pero Skailor era un cura, no podían andar con esos deseos pecaminosos queriendo tentarlo, eso era pecado.

—Padre... —Me hice sentir y todas se callaron—. ¿Ya terminó?, tengo hambre —La excusa perfecta para apurarlo era pedirle comida, pero lo que no me esperaba era que las chicas empezaran a decir cosas raras.

—¿Es su hija? —La pregunta estaba fuera de lugar, ¿Qué no se dan cuenta de que no nos parecemos en nada? Parecen locas.

—No, claro que no —Skailor lo negó, no podía decirles que sí—. La rescatamos de un incendio y está bajo mi custodia hasta que se haga independiente.

—Ay, debe hacerle falta el calor de una madre —Las chicas se pusieron extrañas conmigo y una de ellas me tomó de las mejillas como si mi situación les enterneciera. El problema era que las sentía falsas—. ¿Quién le enseñará a comportarse como una dama?

—Estoy bien así, gracias —Les hablé con desdén y las chicas se lo tomaron con sorpresa. No iba a caer en sus cosas raras, no necesitaba a ninguna madre ahora, estaba bien con Skailor y con Rigel.

—No se preocupen, señoritas —Podía notar la incomodidad de Skailor, no le gustaba que las feas lo molestaran—. Arty está bien —Asentí segura para que ellas dejaran de fastidiar—. Ahora si me disculpan, debo darle comida —Skailor tenía cierto talento para quitarse a la gente de encima con mucha cordialidad, era un odioso bastante agradable. A mí me gustaba.

Las chicas se fueron y ambos nos fuimos a la casa parroquial. Él preparó una sopa de comer, ya que últimamente no habíamos tenido mucha comida para abastecernos. La situación llegaba a ser crítica por momentos.

Pan y sopa eran nuestras comidas mientras Rigel no estuviera. A veces comíamos avena pero todo variaba.

Algunos generosos nos invitaban a comer y otros más nos regalaban comida, eran las ventajas de servir en la iglesia.

Allí aproveché, mientras Skailor me servía, de preguntarle un poco sobre la situación con Rigel.

—¿Por qué Rigel se preocupó tanto con la noticia de la caza de herejes? —Skailor me miró con sorpresa y me dio el plato con sopa para que fuera a sentarme a la mesa.

Los secretos de la hoguera #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora