3. Un Mundo De Muerte

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LAURA

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LAURA

Cuando me desperté estaba de nuevo en mi pequeña habitación, tenía puesta la misma ropa con la que había caído al río. Pero ahora bajo la tela, sentía mi cuerpo lleno de heridas por todos lados, fue el dolor que me hizo despertar. No podía moverme sin sentir más dolor aún, y no pude evitar llorar.

No sé cuánto habré estado así, quizás horas, porque me pareció una eternidad hasta que volví a ver a la señora Berta.

— Lo siento tanto, el patrón mandó que te arrojaran aquí, nos prohibió a todos curarte las heridas. Si te pongo algún vendaje sabrán que desobedecí, y créeme que la cosa se pondrá peor. Te voy a dar unas gotas que te ayudarán a dormirte pese al dolor. Para que puedas soportar, hasta que sanes sola, sé valiente pequeña. — dijo la señora Berta, y en sus palabras se podía notar una profunda tristeza. Y en sus ojos contenía muchas lágrimas.

Levantó un poco mi cabeza, para dejar correr por mi cuello aquellas gotas que serían mi único alivio, para caer en un sueño profundo, así poder escapar un poco de mi miserable realidad.

No sé cuánto tiempo estuve así, cuando era de día las horas se me hacían eternas, por ese dolor quemante y punzante de las heridas que no estaban tratadas. Agotada del sufrimiento, ya muy avanzada la noche, recibía con desesperación las gotas que me ayudaban a dormir.

Pero al parecer las heridas se infectaron, luego ya no solo dolían las heridas, mi cabeza parecía estallar, estaba cubierta de sudor de pies a cabeza. Y aún con mantas que me cubrían, el frío que sentía era insoportable.

La fiebre me invadía más y más, amenazando con arrastrarme al mundo de los muertos. Porque podía ver de nuevo a mi familia. Y desesperada aproveché la oportunidad.

— Carlos, ya no quiero dormir sola aquí, llévame contigo... — le decía a mi hermano, pero él estaba silencioso y me miraba con tristeza sin decir nada.

Mi mamá y mi papá también, me miraban sin decir una sola palabra, y yo insistía.

— No quiero estar más aquí, ¿por qué no me llevan con ustedes?, no quiero estar con esta gente mala, solo la señora Berta me ayuda. Pero ahora no puede... — gemía hablando con ellos en mi aflicción.

Después de un rato sus imágenes desaparecieron, no sé para dónde se habrán ido. Y el niño maldadoso entró a mi habitación.

—¿Acaso nunca te castigaron? ¿Por qué todavía no te sanas? ¡Levántate de esa cama ahora!, llevas días ahí, ya estoy aburrido. — me gritaba Alonso. Y era raro ver que estaba enojado, pero tenía sus ojos llorosos.

— Niño Alonso, Lorenzo no puede entender lo que le está diciendo porque tiene mucha fiebre, sus heridas se le infectaron y está delirando. Mejor salga de la habitación, no es bueno que un niño vea esto. — le dijo la señora Berta.

—¿Puede morir? — preguntó serio Alonso.

— Si su organismo no es capaz de resistir la infección de las heridas sí. Por eso es mejor que no esté aquí. — le insistió la señora Berta y abría la puerta para que Alonso salga.

FALSO MAFIOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora