28. El Fénix Negro

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ALONSO

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ALONSO

Tras la muerte de Noa, hubo un cambio radical en Laura. Parecía que ya no padecía los ataques de pánico que la hacían encogerse y esconderse en un rincón por horas. Ni las pesadillas, ni los llantos quejumbrosos. Tan solo se sentaba en el colchón a hablar por horas con un rincón de la pared. Pero en la más absoluta calma.

Como si conversara con alguien vivo, sin espantarse, como si le hiciera preguntas y el vacío le contestara. Parecía estar demasiado cómoda en esa situación y eso no era bueno. Lo normal era pedirme salir por fin.

Hablaba por horas, pero cuando intentaba acercarme a escuchar qué decía, paraba de inmediato, como si se diera cuenta de mi presencia, pese a que caminaba descalzo para no hacer ningún ruido. Ya era hora de sacarla de ahí, antes que su situación fuera irreversible. Quería quebrantarla no que perdiera la razón.

Entré a su celda de improviso, ella me miró en calma como si me hubiese estado esperando.

—Has estado aquí muchos meses, ¿ya aprendiste tu lección Laura? ¿Todavía tienes fuerzas para escapar? — le pregunté serio.

—No, no volveré a escapar. — dijo tranquilamente.

—¿Estás segura Laura? — me incliné para quedar a la altura de su mirada.

—Ya entendí que pertenezco a las sombras.

—¿Qué quieres decir con eso? — me extrañó su afirmación.

—Si nací en la hacienda de tu padre, es porque mi destino está ahí. Estaría fuera de lugar, si continuara soñando en vivir con gente normal y corriente.

—¿Por qué llegaste a esa conclusión? — no me convencía mucho sus respuestas.

—¿Qué persona normal podría haber vivido lo que yo y todavía tener una conversación coherente contigo? Con lo que pasé, está claro que sobrevivo a toda clase de oscuridad porque dentro de mi nunca hubo luz. Solo alguien de alma oscura puede sobrevivir toda su vida en las sombras, de muerte, de dolor, soledad, fantasmas y castigos que matarían a alguien más débil.

Sus ojos carecían de ese brillo y la dulzura angelical del pasado, me recorrió un escalofríos por la espalda, la forma tan extraña de mirarme. Parecía que hablaba con otra persona. Debía sacarla de inmediato de ahí. Definitivamente algo no iba bien con ella, su comportamiento no concordaba con lo esperado en su largo encierro. Se la veía demasiado cómoda en la soledad y oscuridad absoluta.

—Bien, hoy podrás salir y te verá un doctor. Vamos a borrar el pasado y comenzaremos de cero, ¿Qué te parece? — la volví a observar.

Ella solo me miró con gestos inescrutables, no había ningún sentimiento en su rostro, nada que diera un indicio de lo que estaba pensando.

—Vamos, levántate.

Sentí sus huesos crujir cuando con dificultad se levantó lentamente del colchón. Le extendí la mano para ayudarla, pero no la tomó. Al verla caminar por el pasillo me di cuenta de su paso aletargado, no caminaba derecha. En mi furia no pude ver que parecía un cadáver andante, sin vida, sin energía, sin ningún atisbo de una persona normal.

FALSO MAFIOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora