Alana Bloom

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Hannibal sostiene el iPad contra su mano como si fuera alguna clase de libro.
Se encuentra leyendo las noticias más sobresalientes del día en la página de noticias de su preferencia, mientras que su taza de café aguarda en la pequeña mesa de madera a un lado de él.
La toma con más delicadeza de la necesaria, dando un pequeño trago para sentir el delicioso sabor amargo danzar en su boca. Está en la temperatura ideal para disfrutarlo.
Las notas frutales le sorprenden gratamente, las disfruta durante el tiempo que duran en su paladar, y el regusto que deja le hace soltar un suspiro satisfecho.
Café selecto, de altura, lo mejor para iniciar su mañana.

Continúa con su lectura mientras deja la taza de nuevo en su lugar, y a lo lejos puede escuchar el repicar de unos zapatos de tacón que se dirigen hasta su lugar.
Alana aparece frente a él vistiendo una falda tubular negra y una blusa roja de seda que resalta su belleza. Su cabello negro bien peinado deslumbraría a cualquiera. Ella es muy hermosa, y él lo sabe.
Se ha pintado los labios con aquel labial que Hannibal detesta, pero el hombre se limita a sonreír cuando su esposa le observa con adoración.

—Buenos días, cariño.

Saluda con aquella voz gentil, acercándose a dejar un suave beso sobre los labios del mayor.
Él se limita a no borrar su sonrisa, a pesar de despreciar la mancha roja que deja el labial ajeno sobre su boca.

—Buenos días, Alana. ¿Vas al trabajo?

—Tengo qué. Debo reunirme con los chicos para ayudarles con su proyecto final.

—Ve con cuidado.

La voz de Hannibal era cariñosa, como si ese simple comentario bastara para hacer feliz a la mujer a su lado.
La sonrisa en el rostro de Alana se volvió más grande, tal y como lo había previsto, pero hubo una señal de coqueteo en sus ojos que Hannibal no predijo.
Su esposa se inclinó sobre él, acariciando su pecho por encima de la camisa que había elegido usar ese día. La observó con atención, tratando de predecir su siguiente movimiento.

—Cariño, he estado pensando en que tal vez sea hora.

Hubo una breve pausa, como si Alana, que se encontraba sobre él, estuviera dudosa de su siguiente selección de palabras.
Algo impropio de ella.

—Hace tiempo hablamos sobre tener hijos... ¿No crees que es hora de considerarlo?

La pregunta le descolocó.
Es verdad que Alana y él habían tenido esa conversación cuando habían cumplido un año de matrimonio. Ambos acordaron que era muy pronto para tener descendencia, y que lo más probable es que ninguno de los dos lo deseara.
Sin embargo, parecía ser que su esposa había cambiado de opinión.

—Alana, querida, te prometo que hablaremos de ello después.

Alcanzó a contestar, dándole unas suaves palmaditas sobre su espalda.
La mujer no pareció satisfecha con sus palabras, pero pronto un asentimiento de cabeza le hizo entender que estaba de acuerdo.
Finalmente lo volvió a besar sobre los labios, antes de regresar por el camino por el que había aparecido.

Quince minutos después, Hannibal escuchó el motor del Mustang desde el estacionamiento de la casa, anunciando la partida de su cónyuge.

No fue consciente de la incomodidad que había generado aquel tema en él hasta que sintió la necesidad de acomodarse sobre su sillón verde musgo, cerrando la aplicación de las noticias en su iPad.
Reflexionó durante unos segundos lo que su esposa había sugerido, hasta que finalmente decidió que no debería darle tanta importancia.
Alana era fácil de manipular, ya vería después como convencerla de no tener hijos.
No los necesitaban.
No ahora.

Fue entonces que Hannibal decidió que necesitaba un poco de estimulación para mejorar su mañana, por lo que sin dudarlo entró a la aplicación de Instagram para buscar alguna señal de vida de su querido chico.

Casual Affair | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora