Mischa Lecter

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Sus hábiles manos se mueven a través de la costosa y moderna máquina de café, configurando todas las opciones para crear la combinación perfecta para un red eye perfecto.

Hannibal sonríe con satisfacción al escuchar como el artefacto se pone en marcha, y lo deja trabajando solo mientras él comienza a preparar el desayuno.

Pica los ingredientes en formas delgadas y pequeñas; saltea lo que necesita ser salteado, separa los huevos, y procura no dejar de poner atención en el pan que tiene enfriando cerca del horno. Toma la mantequilla que él mismo ha preparado y la coloca en un pequeño platito en compañía de un cuchillo, el cual deja sobre la mesa.

Estaba de buen humor esa mañana, y eso se reflejaba en la forma en que se movía en la privacidad de su santuario, su cocina.

Mientras se encargaba de darle profundidad a la salsa con una mezcla de queso y especias, el hombre escuchó los pasos apresurados de un par de zapatos de tacón.

Alana apareció en el umbral de la puerta viéndose tan hermosa como solo ella era capaz; el cabello recogido en una coleta alta, el vestido negro y los tacones rojos eran una buena combinación. Esa mañana había escogido llevar un poco de maquillaje, y aunque a Hannibal le parecía más bonita sin él, le complació con un elogio.

—Buenos días, Alana. Luces espléndida.

Ante la mención, su esposa sonrió.

Alana sabía que era hermosa, pero su belleza no solo residía en el exterior. Eso le había gustado a Lecter en algún punto de su vida, pero ahora no parecía estar del todo satisfecho a pesar de tener una compañera tan competente, completa y capaz como la doctora Bloom.

—Huele delicioso, querido. Lamento no poder quedarme a desayunar con ustedes. Hoy debo estar temprano con los chicos de mi tutoría. — hubo una pequeña pausa mientras que la mujer arreglaba su escote. Si fue un movimiento calculado o no, Hannibal no le dio importancia. — ¿Comemos juntos?

—¡Oh! Creo que hoy estaré muy ocupado. Después de mi sesión con Franklin iré a la ciudad a dejar un par de cosas al correo. Quizás coma por ahí. — revisó los huevos y después el pan. — ¿Por qué no mejor te veo en la cena?

—Tiene un trato, doctor Lecter.

La respuesta de su esposa vino acompañada de un guiño. Alana no quiso acercarse a Hannibal mientras este cocinaba, pues sabía que su esposo era especialmente quisquilloso cuando se encontraba creando una de sus obras de arte. Es por eso que se tuvo que conformar con un movimiento de mano de lejos antes de salir por la puerta principal.

Se preparaba para servir su creación en dos platos cuando escuchó una vez más la voz de su pareja, hablando animadamente con alguien en la entrada de su residencia.

Sus ojos alcanzaron la hora en el reloj de la cocina, y un suave resoplido risueño escapó de él.

"Justo a tiempo."

—¿Hanni?— la dulce voz femenina le hizo sonreír.

—En la cocina.

Por el umbral de la cocina apareció su hermana, su querida hermana, Mischa.

La sonrisa jovial en su rostro era como agua fresca para su hermano, y las mejillas sonrosadas le daban una idea de lo apresurada que se había visto para llegar a la hora en que había sido citada.

Hannibal amaba a su hermana, y amaba aún más que ella aceptara su excentricidad.

—Oh Hanni, huele delicioso. ¿Qué estás cocinando?

La mujer se acercó hasta la barra de la cocina para poder ver más de cerca la creación de su hermano.

—Huevos florentinos. — emplató con una rebanada de pan recién horneado, agregando una porción generosa de salsa Mornay en el plato de Mischa. — tus favoritos.

Casual Affair | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora