Michael Rhys

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El viernes por la tarde, Will le preguntó a Hannibal si podía abandonar su puesto una hora antes de lo que comúnmente hacía. Por supuesto que el mayor no se lo negó, pero hubo una mirada de genuina curiosidad cuando percibió cierto nerviosismo en los movimientos del joven estudiante. Era como si quisiera decirle algo, pero no encontraba la manera de hacerlo.

—¿Pasa algo, Will? — finalmente se animó a preguntar, notando como el chico se sobresaltaba en su lugar.

—No, no pasa nada. — mentía, sabía cuándo lo hacía. Desviaba la mirada y apretaba los labios, era obvio.

—¿Estás seguro?

Observó como su lengua se asomaba entre sus labios para poder humedecerlos, tensándolos en una línea recta cuando se encontró siendo interrogado. Sabía bien que el chico detestaba que lo interrogaran, pero no lo pudo evitar.

—Bueno, solo quería saber si era posible que el día de mañana puedas llevarme a casa después de la reunión de Mischa.

Si Hannibal fuera un gato, se relamería los bigotes.

—Por supuesto, Will.

———

Podría describir a Hannibal como un hombre curioso.

Aunque al inicio Graham había asegurado que aquel hombre no le parecía interesante, la verdad es que ahorita no podía decir que pensara lo mismo.

Después de convivir con él durante semanas, debía admitir que el doctor Lecter era, a su manera, encantador. Era generoso con los detalles, y le gustaba tener la admiración de otros. Podía hablar sobre cualquier tema, era culto, y tenía ese jodido acento que podría provocarle la piel de gallina a cualquiera. Incluso a Will.

Su jefe era interesante, y aunque despertaba ciertos sentimientos extraños, Graham constante se recordaba que aquel hombre estaba casado con su profesora favorita (con quien tenía también una ligera atracción, pero nada importante). Y luego estaba Johann.

Johann y él tenían algo, pero no era algo real.

A Will no le gustaba suponer, pero tendría que suponer que Jo en realidad no estaba interesado en conocerlo, pues en todo el tiempo que se conocían, jamás le pidió verse en persona. Quizás no podía; tal vez vivía del otro lado del mundo, o tal vez sí era una extraña clase de viejo pervertido que solo le gustaba jugar al sugar daddy.

A veces pensaba que era estúpido el haber caído ante los encantos de una persona que había conocido por internet.

Por otro lado, debía recordarse constantemente que sentirse atraído hacía varias personas era normal (aunque eso implicara admitir que tal vez, y solo tal vez, sí se sentía un poco atraído hacia Hannibal Lecter).

Will reflexionó sobre los sentimientos que comenzaba a despertar hacia el lituano. Era distinto a lo que sentía hacia Alana, pues los sentimientos que profesaba hacia la docente eran de admiración y reconocimiento, algo más platónico e inocente. Por otro lado, Will sentía que con Johann también era distinto; de Jo quería lo pasional, pertenecerle, tener sus manos recorriendo su piel y marcando cada centímetro de su cuerpo. Quería sus regalos, así como quería saberse suyo y que se lo demostrara constantemente con los actos más carnales. Y luego estaba Hannibal; las pláticas interesantes, las sonrisas, los ojos inteligentes, y esa conexión entre ambos que se sentía genuina. Lo que sentía hacia Hannibal bien podría ser más el inicio de una amistad, pero a veces Will se atrapaba pensando en lo interesantes que eran los labios de Lecter, o lo cuidadosas que parecían sus manos.

Estaba seguro de que esos pensamientos no lo llevarían a ningún lado, pero Graham continuó agobiándose por más tiempo.

———

Casual Affair | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora