Familia errante -COMPLETO-

Capítulo 2: Un regreso a sus raíces

Capítulo 2:

A la mañana siguiente, había cuatro miembros de la familia despiertos antes que el resto. Welf regresó a su fragua, ya trabajando duro. No había ninguna razón real para volver a su trabajo aparte del hecho de que quería comprobarlo y asegurarse de que todo estuviera bien con su fragua. Afortunadamente, todo estaba justo donde lo dejó. Los dos siguientes fueron Ryuu y Mikoto, para reclutar ayuda de la anfitriona de la fertilidad para el entrenamiento de Mikoto. Finalmente, había un niño, para ver a una niña, para hablar sobre su futuro.

Caminando por Orario temprano en la mañana, Bell estaba abrumado por una sensación de nostalgia. ¿Cuántas veces había hecho la misma caminata? Paseando por caminos familiares en la calle Daedalus, Bell recordó cuando fue perseguido por estas mismas calles por cierto mago élfico. Recordó haber perseguido a Weine por estas mismas calles, y cuando llevó a la Diosa del peligro.

Fueron solo un par de minutos, pero parecía que habían pasado horas cuando finalmente comenzó su ascenso por la escalera de la pared de Orario. Llegó a la cima y fue recibido por tres personas familiares.

"Señor Argonaut!"

Una fue Tiona, que se acercó y abordó a Bell en un abrazo.

"Es bueno verte de nuevo, Bell Cranel. ¿Supongo que sobreviviste?"

Lefiya parecía igual de feliz de verlo y enojado porque mostraba su rostro. Sin embargo, eso no era nada nuevo. Los dos parecían estar allí para recibir apoyo moral, para mantener a Ais lo suficientemente motivado como para quedarse.

"..."

La última fue Ais, por supuesto, y ella estaba callada. Miró a cualquier parte menos a Bell.

Ella murmuró: "Tiona, Lefiya..."

Los otros dos tomaron eso como su señal para irse. Lefiya asintió, ¿con qué podría haber sido una sonrisa? Tiona estaba mucho más entusiasmada, golpeando a Bell en la espalda, diciendo que pronto tomarían bebidas. Muy pronto, solo estaban el niño y la niña.

Bell estaba buscando algo que decir, sus ojos buscando en el suelo. Luego fue atrapado, dos brazos envueltos alrededor de sus hombros. Podía sentir el cuerpo de Ais temblando, y ella sintió las lágrimas en su cuello y su cabeza en su hombro.

"Lo siento, lo siento, lo siento", fue todo lo que dijo. Ella seguía repitiendo la misma frase una y otra vez.

Bell se sorprendió en silencio. Ais nunca había sido así antes. Ella seguía agarrándose a él y llorando. Finalmente, se quedó sin lágrimas y lo sostuvo. Bell se aclaró la garganta y se retorció en su agarre, lo que hizo que Ais se sobresaltara. Lentamente, soltó a Bell y se secó los ojos y la nariz. Bell entró en pánico porque su abuelo siempre le había dicho que llevara un pañuelo para llorar a las mujeres, ¡pero no tenía uno! ¡Se estaba cometiendo el último paso en falso!

Finalmente terminó de limpiar sus mocos, y miró hacia otro lado, rojo desempolvando sus mejillas. Ella murmuró algo que Bell no podía entender.

"Lo siento, señorita Ais, ¿qué dijo?" preguntó Bell.

Ais murmuró algo otra vez, pero Bell no pudo escuchar. Se inclinó más cerca.

"Una vez más, por favor?"

"Quieres sentarte y hablar?" le preguntó a Ais, su voz clara. Su rostro se había deslizado hacia atrás en su máscara habitual, lo que dificultaba que Bell le leyera. Sin embargo, él asintió, y los dos se sentaron en la muralla, con vistas a la ciudad. Se sentaron en silencio por un tiempo antes de que Ais hablara primero.