XXIV

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Después de que Jimin estacionara el vehículo, Jungkook se dio cuenta de que estaban frente a un club. Vestía un collar y una correa, y era una muy llamativa. Los eslabones plateados brillaban bajo las luces como diamantes.

—¿Te sientes incómodo, Pet?

Jungkook asintió lentamente, no volvió a mirar a Jimin, pero el hombre mayor sostuvo su barbilla y lo giró de manera que sus miradas se encontraran.

—El collar es mi protección en ese lugar, Pet. ¿Lo entiendes?

Jungkook bajó la mirada y no dijo nada.

Jimin suspiró.

—No hago esto para molestarte. Eres un chico muy hermoso Jungkook y un sumiso. Si dejo que entres ahí solo sin ninguna señal de que le perteneces a alguien, es posible que no te gustara lo que ocurra después. No saldrás lastimado, pero tendrás que lidiar con muchas ofertas y admiradores persistentes. No te pondré en esa posición, ¿lo entiendes? De esta forma, los otros dominantes sabrán que me perteneces y estarás a salvo.

—Sí, señor —dijo Jungkook en voz baja.

Jimin se sentía frustrado, la conexión entre ellos parecía desaparecer cuando Jungkook se tornaba silencioso e incomodado.

—Háblame, cariño.

El apodo pareció señalar que la escena había terminado y Jungkook pudo hablar.

—¿Podemos irnos a casa?

—No nos quedaremos mucho tiempo, cariño, pero Yoongi nos invitó y Namjoon vendrá con Taehyung. Dije que te traería. Quiero que vayamos y los saludemos. ¿Puedes hacer eso por mí?

—Sí, señor —respondió Jungkook deprimido.

—Buen chico. Vamos entonces —Jimin salió del coche, resignándose a llevar consigo a un sumiso malhumorado al club, pero sabía que sin importar su actitud, Jungkook atraería la atención y sería la envidia de muchos dominantes. No era que estuviera deseoso de ser la envida de los demás, estaba más preocupado por la comodidad de Jungkook.

Guio al chico por la acera, no quería que fuera víctima de miradas curiosas cuando alguna persona pasara percatándose de la correa.

Abrió la puerta y el musculoso guardia de seguridad lo reconoció y le permitió el paso de forma respetuosa.

—Buenas noches, Sr. Park. Es bueno volverlo a ver.

Jimin asintió parándose para permitir que Jungkook explorara los alrededores del club. Las escenas más pesadas se llevaban a cabo en pequeñas habitaciones en la parte de atrás, así que en ese lado del club no había columpios o esclavos siendo follados de ambos extremos y los artículos de tortura no estaban visibles.

Sin embargo, dos dominantes parecían tener una especie de competencia, sus sumisos estaban sobre dos mesas recibiendo azotes del arma de su elección. Cada dominante azotaba al sumiso del otro, la idea era ver cuál de los dos gritaba «tío» primero.

Varios hombres estaban recibiendo felaciones discretas en esquinas oscurecidas por sumisos sin dueño, otros estaban de pie o arrodillados contra la pared, esperando a ver si tenían suerte esa noche.

Jungkook miró todo con asombro y miedo. Jimin colocó sus labios cerca de la oreja del joven.

—Me perteneces, Pet. Nadie te hará nada —le susurró.

—Gracias, señor —murmuró.

—Cuando lleguemos a la mesa, quédate de pie detrás de mí silla a menos que yo te diga lo contrario, ¿de acuerdo?

El fotógrafo → JiKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora