Gulp, Gulp, Gulp.
—Tengo que cerrar el grifo— pensó, Marisol.
Su cabeza martillaba y su estómago dolía. Seguramente se desmayó en la cocina. Había sido mala idea no acudir a una revisión médica.
Justo ahora, Marisol no se atrevía a ver más allá que el interior de sus párpados.
Dios, estaba exhausta.
Sólo quería permanecer tendida en el piso y reposar, pero no debía. Tenía que poner a andar sus piernas, arrastrarse hasta la cama, dormir un par de horas y esperar por una de sus hermanas que la llevase a consulta. Una vez trazado el plan, se convenció de abrir los ojos y echar un breve vistazo a su alrededor.
De inmediato, se percató que no se hallaba en su cocina. Estaba dentro de una gélida habitación con paredes descoloridas. El sistema de tuberías en el techo indicaba que estaba bajo tierra, quizás en un sótano clandestino.
Se forzó a sí misma a concentrarse y pudo distinguir un calentador de gas y lo que quedaba de un lavabo en uno de los rincones enmohecidos. Una vieja televisión apagada y una silla de jardín componía el único mobiliario en áquel sitio.
Marisol sospechaba que nadie había aseado en semanas, sentía la suciedad en sus mejillas. Envolturas de frituras, latas vacías y un par de botellas de Absolut Vodka y Johnny Walker estaban regadas por el piso.
Sus ojos vagaron un poco más y se posaron en la caja de condones a un lado del mueble de la televisión.
Se aterrorizó.
Su secuestrador no tenía intención de pedir un rescate.
Los sentidos de Marisol la alarmaron, necesitaba salir de ahí cuanto antes. Trató de poner a andar sus piernas, sólo para tropezarse.
La habían drogado.
La certeza arribó acompañada de rítmicos pasos al otro lado de la puerta. Su corazón dio un brinco y su pulso se aceleró. Marisol se colocó en posición fetal. Dios, se sentía tan desprotegida.
¿Dónde estaba?
¿Quién le había hecho esto?
La perilla dio vuelta y las pisadas se incrementaron. La presencia a sus espaldas hizo que su cuerpo temblara. Unas manos heladas le jalaron el cabello y fue obligada a hacerle frente.
Jamie.
Marisol pasó del miedo a la incontenible furia. Su mano escocía por darle una fuerte bofeteada, y lo haría, de no tener ambas manos atadas.
—Tranquila preciosa.
Lágrimas de frustración comenzaron a bajar por el rostro de Marisol. Este estúpido crío la había secuestrado. Encima estaba borracho, expedía un tácito aroma a alcohol.
Maldito cobarde, una vez que le pusiera las manos encima, lo estrangularía.
—Déjame ir y no presentaré cargos en tu contra— pronunció una Marisol decidida.
Jamie tomó la barbilla de Marisol entre sus manos, tratando de intimidarla. Marisol pudo sentir el frío que desprendía aquella piel pálida, preguntándose si era igual al de su corazón.
—Yo creo que no.
Las palabras quedaron en aire. Su corazón dió un vuelco, su mente descolcada.
Aquello no podía estar pasando.
—Tú te mereces esto— agregó, sínicamente su captor. Su sonrisa maliciosa estaba impresa en su cara.
La respuesta de Jamie la dejó helada.
ESTÁS LEYENDO
REFUGIADA
ParanormalMarisol es una joven educadora con un corazón compasivo, hasta que un inesperado acontecimiento perturba su vida. Motivados por su sufrimiento, las hermanas Gutiérrez se mudan a Refugio, un pequeño pueblo, oculto en las montañas de Carolina del Sur...