Sofía estaba al volante de su Mazda color platino, conduciendo a través de las cerradas curvas de la carretera, disfrutando de la estupenda vista de los verdes valles de Carolina del Sur y sus interminables caminos rodeados de frondosos árboles. Era como una fotografía de postal, igual a una imagen del explorador de Google, con vistas tan bonitas que no podían ser reales.
Sus hermanas Ana y Gabriela llevaban cerca de tres semanas en Refugio. El par había trasladado las pertenencias hasta Carolina del Sur, ocupándose de la restauración y la implantación de nuevos sistemas de seguridad.
Marisol, Tania y ella misma, lidiaban con sus propios asuntos. Dejando todo en orden antes de marcharse, cambiando direcciones y pidiendo traslados. Deshaciéndose de lo que ya no necesitarían, ya fuera porque no habría donde colocarlo o porque simplemente estaba en malas condiciones.
Para Sofía, la depuración implicaba un nuevo comienzo. Un nuevo camino que trazarían y ayudaría a sanar las heridas de Marisol. Todas la extrañaban, anhelaban volver a escuchar sus pláticas apasionadas sobre sus alumnos, sus comentarios optimistas y las muestras de cariño tan cotidianas en ella. Sólo podían aguardar por su recuperación. Sino era total, por lo menos, parcial.
—Dale tiempo al tiempo— se recordó.
Sofía regresó a pensamientos más terrenales. Tan pronto como arribaran, se daría un baño. Era un día caluroso y el sudor resbalaba por su frente y pecho. Le dolía un poco la cabeza y, literalmente, se estaba quedando sin fuerzas para seguir conduciendo. Estaba exhausta. El vuelo había partido a las seis de la mañana, tomándoles un largo trayecto de cuatro horas. Sin contar, por supuesto, el traslado a Refugio que sumaban otras dos.
Repentinamente una estridente guitarra martilló sus oídos.
—¡¿Qué haces?!— Sofi estaba crispada. Tenía dolor de cabeza y esa música no hacía mas que empeorarlo
—Pongo la radio— Tania estaba a su lado, presionando el botón para aumentar el volumen.
—¡Por amor de Dios!— se quejó.
Fuel de Metallica, una de las favoritas de aquella impertinente.
—Es mi auto— replicó Sofía, apagando el aparato.
—Desde donde estoy, escucho tus tórridos pensamientos, déjame decir que ya tuve suficiente.
Tania volvió a encender la radio, palmeando sus rodillas al ritmo de la música.
Sin ganas de discutir, Sofía dejó a Tania hacer lo que le viniera en gana.
—Parece una fotografía— intervino ella, mirando de su lado de la ventanilla —¿Todo es así por aquí, Ana?
—¿Así cómo?— intercedió la aludida.
—Tan limpio y perfecto.
—Y verde— añadió Sofía, sin quitar la vista del camino —¿Vamos bien, Ana?
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REFUGIADA
ParanormalMarisol es una joven educadora con un corazón compasivo, hasta que un inesperado acontecimiento perturba su vida. Motivados por su sufrimiento, las hermanas Gutiérrez se mudan a Refugio, un pequeño pueblo, oculto en las montañas de Carolina del Sur...