Capítulo 30: ¿Mi historia?

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Narra Olivia Grace:

<<Una familia ha iniciado el procedimiento de adopción para adoptar a tu hermana.>>

Habían pasado dos días desde que en la visita que hice a mi hermana los trabajadores sociales me dieran ese comunicado. Y esas cuarenta y ocho horas se convirtieron en las peores que tendría en mi vida.

Cuando estaba en mi casa acababa rendida de atender a las cosas del hogar, a mi hermana y a mis estudios. Sin embargo, ahora el concepto de agotamiento había alcanzado unos límites expansivos que implicaba tener tres trabajos poco remunerados, limpiar hogares, y pasarme todas las horas de la noche en la calle ofreciendo promociones para un bar de copas.

Ser una mujer, ser negra, y estar de madrugada promocionando un bar de copas no era lo más seguro en el mundo en el que lastimosamente vivimos. Pero era el lugar donde mejor me remuneraban, un día una de las clientas del bar de copa me dijo que ella también había estado trabajando en lo mismo, hasta que habló con un tipo conocido como El Chato. En seguida, me negué a saber más sobre el tema, hasta que la noticia de que iban a adoptar a mi hermana cayó como un balde de agua fría sobre mis hombros.

Al paso al que iba, ni en media vida podría tener el dinero suficiente como para poder ofrecerle todo lo aquella familia podría darle. Me sentí egoísta por no querer dejar que otros me quitaran a mi hermana, que me alejaran de ella, pero cuando te acostumbrad a vivir para alguien, no puedes simplemente aceptar que ya podrás no tenerle más.

Lo primero a lo que me aferré fue a mi padre, al hombre que nos había abandonado. Conseguí dar con él, traté de mantener una conversación calmada al principio, pero en esos momentos odiaba a todos por el daño que me habían hecho entre quienes algún día quise al acabar consiguiendo entre unos y otros alejarme de mi hermana, a quien apenas podía ver unas horas al día.

- Tú estúpido dinero no es suficiente. - Le reproché al hombre adulto que se suponía debía haberse hecho cargo de nosotras. - Tienes que luchar por ella. - Le supliqué.

Aquel día aprendí que nunca más volvería a suplicar nada a nadie. Lo hice con Adriana y llamó a la ambulancia, lo volví a intentar con mi padre y no quiso saber nada, él siempre tuvo ese paralelismo de su otra vida, y me dijo que dejara a mi hermana ser feliz con una familia real. Me di cuenta de que si quería algo, tendría que arrebatárselo yo mismo a la vida.

Así que concerté una reunión con ese tipo al que llamaban El Chato.

No quise escuchar a mi padre, para Patri yo era su familia. Si el vínculo entre hermanas es fuerte, el que tenía con ella trascendía mucho más allá. Había sido la que se quedaba a su lado por las noches cuando lloraba, la que cuidaba que siempre tuviese para comer, que tuviese ropa limpia para la escuela, quien había estado ayudándola en sus tareas de clase, le había enseñado a escribir, a leer, su primera palabra cuando tenía dos años fue Oli, y yo la estuve consolando cuando se cayó al dar sus primeros pasos.

- Te sacaré de aquí. - Le prometí a mi hermana, media hora antes de reunirme con el tipo que podía ofrecerme el dinero suficiente como para construir un hogar y poder luchar por ella.

El problema fue la aparición de Adriana. Cuando la vi llegar con esa sudadera color morado que resaltaba el color oscuro de su pelo, sus bonitas pecas y su carita, quise abrazarla y llorar en sus brazos hasta que me prometiera que todo iba a volver a estar bien. Al ver la capa morada debajo de sus ojos por las ojeras me preocupé, pero tenía que ser fuerte.

Dejé que la rabia me inundara, la culpé una vez más de mi situación y hablé sin ser verdaderamente consciente de lo que le estaba diciendo.

Era demasiado fuerte el dolor que sentía, creía que en cualquier momento mi propio cuerpo estallaría de la rabia y tristeza que me consumía más a cada segundo. Había perdido a mi hermana, a mi madre, a propia construcción mental de tener una familia, y yo misma había alejado a la chica que quería. Estaba sola, y tenía miedo de ser lo suficientemente egoísta como para querer no estarlo incluso aunque implicara hacer daño. Por eso traté de alejar a Adriana, temía que en un momento débil de sentirme sola me aferrara a ella cuando aun ni sabia si algún día iba a poder perdonarla, a pesar de que siendo racional podía entender su decisión.

Operación conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora