🥊CAPÍTULO 5🥊

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KEISHA

Contra todo pronóstico, ayer dormí a pierna suelta. Hacía tiempo que no me sentía tan descansada y es que desahogarme con Cassie – y también con el saco, ¿para qué mentir? aunque ahora me duele la mano – me sentó de maravilla y me ayudó más de lo que esperaba.

Sin embargo, tengo que atribuirle la mayor parte del mérito a Simba. Y es que ir a recogerlo ayer – ya estaba en proceso de adopción, desde que lo vi fue amor a primera vista – fue justo la terapia que necesitaba.

Nos lo pasamos tan bien jugando que me olvidé de todos mis problemas. Se ha adaptado a la perfección, es como si llevara conmigo toda la vida y lo adoro.

Por un momento, pensé que había visto a alguien entre los arbustos en una de las tantas veces que le lancé la pelota, pero parece que solo estaba olisqueando su nuevo entorno.

A veces todavía me entra la paranoia por lo que pasé con Vincent, pero cuando esos malos recuerdos me vienen a la mente los desecho a base de férrea disciplina.

Está muerto y no va a controlarme nunca más.

Ayer me tomé el resto del día para mí, salí a jugar y a pasear con Simba, llamé al Pétrovik para cancelar mi clase y organicé una sesión de cine casero con palomitas.

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un momento así, solo para mí. Y hoy me siento renovada; lista para enfrentar lo que venga.

Con esa actitud, me presento en el Olimpo – ya, Pétrovik se vino un poco arriba con el nombre – lista para dar mi clase de la mañana y compensar a mis alumnas.

Casi todas son adultas – entre los veinte, los treinta y en menor medida, los cuarenta – pero también estoy recibiendo últimamente a chicas de entre quince y dieciocho y me siento orgullosa de que quieran aprender a defenderse. Para eso no hay edad, siempre es un buen momento.

Normalmente, las divido por el tiempo que llevan aquí y el nivel de aprendizaje adquirido. Pero a veces me gusta mezclarlas para que aprendan de las más veteranas, por supuesto con mi supervisión.

Enseño artes marciales mixtas y me estoy adentrando en el mundillo del krav magá y el jiu jitsu con la ayuda de Pétrovik, que es quien me da las clases a mí cuando terminamos. Kirill muchas veces se queda a mirar también y está aprendiendo mucho. Ya no es un crío y eso se nota en toda la musculatura que ha ganado y en el hecho de que sus rasgos se han endurecido.

Me consta que muchas chicas suspiran por él, pero me da a mí que la que le gusta es Evie. No hay más que ver cómo la mira cada vez que se encuentran y en más de una ocasión me ha preguntado si tiene intenciones de apuntarse a mis clases. Eso sugiere que quiere verla más a menudo.

En cuanto a ella, a juzgar por lo tímida que se muestra en su presencia, diría que le corresponde. Pero todavía son demasiado jóvenes, ya tendrán tiempo para el amor.

Me dan envidia de la buena.

— Buenos días, veo que hoy estás de mejor humor — me saluda Pétrovik, tendiéndome una botella de agua fría que acepto con una sonrisa.

Le debo una disculpa.

— Sí, perdona por lo de ayer. Tú no tenías la culpa y no debí pagarlo contigo.

Él le resta importancia con un gesto de su enorme mano.

— En cierto modo tenías razón, me he visto en medio de Trenton y tú. Pero bueno ahora vamos a trabajar, ya las tienes a todas esperándote — señala hacia la puerta, donde un grupo de al menos treinta mujeres espera a que empiece la clase.

Trenton: Peligrosa adicción ✔ COMPLETA ©️ EN FÍSICO CON MATCHSTORIES EDITORIAL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora