Capítulo 04.

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—Eh

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—Eh... Momo, espera un momento.

La profesora de matemática me detuvo a unos cuantos pasos por salir de la clase. En respuesta, mi cuerpo se tensó casi de inmediato cuando la escuché pronunciar mi nombre en un perfecto tono serio y profesional. Lentamente giré sobre mis talones, sonriendo con inocencia mientras la observaba acomodar unos papeles y me hacía señas para que me acercara.

Bufé irritada y obedecí, quedando a unos cuantos centímetros de su escritorio. —¿Sí, diga?

—He estado revisando tus notas, Hirai Momo — No se demoró ni medio segundo en empezar, sacando una hoja de papel entre todos los documentos que se encontraban ordenados sobre su mesa de trabajo. —Cabe destacar que cada una de ellas es peor a la anterior, observa por ti mismo — Señaló la hoja.

Mis cejas se juntaron en confusión y tomé el documento; era un listado del salón con mi nombre subrayado en un alarmante tono amarillo chillón.

—Hay veces en las que no entiendo a los temas. Es algo que a todo el mundo le pasa... Una pequeña crisis, por decirlo así — Me estremecí dramáticamente al ver mis calificaciones y regresé la hoja a donde estaba.

La profesora Cheng me miró con preocupación y tomó el documento para guardarlo en su lugar nuevamente.

—Puede pasarle a todo el mundo, Hirai, pero a ti no.

Sus palabras lograron tomarme desprevenida. Apreté los labios un poco y terminé de acercarme a ella, colocando mis manos en la madera del escritorio. —¿A qué se refiere?

La curiosidad comenzaba a sacudirme ligeramente. En todo el tiempo que llevaba asistiendo a la escuela, ningún profesor se había tomado la molestia de hablar conmigo después de clase, incluso a demostrar preocupación por mis notas.

—Esto puede sonar un poco extraño, pero desde que entraste a mi clase miré mucho potencial en ti, Hirai... — La señorita Cheng cruzó las manos sobre la pila de papeles delante de ella y suspiró mirándome. —Al principio tu desempeño académico en matemática era casi perfecto, de ahí fue disminuyendo hasta llegar a donde estamos ahora... — Negó levemente con la cabeza, pude detectar la decepción y tristeza en sus gestos. —Al principio creí que solamente era una pequeña crisis como dijiste, esas que le suceden a los jóvenes todo el tiempo. Pero con el tiempo me di cuenta que no mejorabas, así que decidí tomar cartas sobre el asunto.

—¿Eso significa qué...? — La alenté a que siguiera hablando, alzando las cejas en espera de una respuesta para poder irme de ahí lo antes posible.

—Tomarás tutorías de matemática todos los martes después de clases.

—¿Cómo? — Chillé en queja. Tenía un horario apretado los martes junto a mis amigos y además, era el día en que mi compañero de piso y yo solíamos hacer la despensa de la semana.

—Lo que oíste, Momo. — La señorita Cheng extendió otro pequeño papel en mi dirección y señaló unas cuantas cosas encerradas con un color naranja escandaloso. —Eso es el horario y lo que necesitarás para las clases, en caso de que no quieras asistir estas en todo tu derecho de no hacerlo — Me sonrió ligeramente y comenzó a guardar sus cosas dentro del enorme bolso marrón que había colgado en el respaldo de su silla.

Me quedé estática en mi lugar, repasando el horario y los materiales una y otra vez con la mirada. Eran aproximadamente siete clases de una hora cada martes después de la escuela.

A decir verdad no estaba tan mal, pero las excusas para no tener que venir y poder pasear con mis amigos resultaban aún mejor. Sin embargo, las cosas no podrían ser así de sencillas, no podía simplemente no asistir y seguir mi vida como si nada, seguro y había una trampa detrás de todo aquello.

—¿Cuál es el truco? — Pregunté mirando a la profesora, comenzando a doblar el papel para poder guardarlo en mi bolsillo. —No puede ser tan sencillo, nada es tan sencillo — Afirmé con voz segura mientras pasaba un nudo en mi garganta y carraspeaba un par de veces, captando cada uno de los movimientos que desempeñaba la contraria.

—No hay ningún truco, Momo. — La mujer de cabellos castaños se levantó de su asiento y tomó su bolso, llevándolo a su hombro con una pequeña mueca y rápidamente me hice a un lado dándole algo de espacio en lo que terminaba de acomodar su costoso saco gris. — Pero en dado caso de que no quieras asistir ni a la primera clase, se le notificará a tu madre. Tengo entendido que siempre has sido un excelente estudiante y jamás has llegado con malas notas a casa, ¿cierto?

—Vivo sola ahora, tengo un departamento

—Mejor aún — Rió la mujer, apoyando una mano contra el escritorio mientras me miraba fijamente con una sonrisa victoriosa. —Eres joven, ¿A qué crees que culparán tus padres en primer lugar al ver tus notas?

No podía creerlo, pero sus palabras tenían bastante lógica dentro de mi cerebro. Ahora básicamente solo tenía dos opciones: Asistir a las tutorías y decirle adiós a mis amigos, o faltar a las tutorías, que llamen a mi madre y probablemente regresar a dormir con mi hermana mayor. Ninguna de las dos opciones parecía favorable, pero estaba claro cual era la decisión que tomaría.

La profesora Cheng suspiró pesadamente al ver mi semblante decaído y estiró la mano, apretando un poco mi hombro en algún intento raro de consuelo. No dijo palabra alguna, pero indirectamente capté que esperaba una respuesta de mi parte, así que asentí con la cabeza mientras apretaba los ojos y segundos después, percibí con claridad como salía del salón, dejándome solo.

Había pasado aproximadamente media hora desde que acabaron las clases, los pasillos se encontraban convenientemente vacíos y silenciosos. Ya iba a llegar tarde a casa, así que para ser sinceros el tiempo era lo que menos me importaba en aquellos momentos.

Empecé a caminar con desgana, arrastrando los pies por el suelo como niña pequeña al que no le cumplen su capricho cuando una tenue melodía de cuerdas se hizo presente, parecía ser una canción, algo de música clásica.

—¿Qué demonios...? — La curiosidad logró invadirme por completo, guiándome ciegamente hacia la fuente de sonido hasta quedar a pocos pasos de la sala de música, dejándome atónita ante la melodía tan encantadora que se desprendía cada pocos segundos desde aquél violín tan enfadado que escupía música en una sinfonía casi perfecta.

De forma muy extraña, los vellos en mis brazos se erizaron ante la próxima nota alta del violín y me fue imposible no estremecerme ante la intensidad de la música. Se escuchaba tan hermoso, que me dio una angustia horrenda pensar que la música podría detenerse si entraba en aquel salón de imprevisto, así que me quedé afuera.

 Se escuchaba tan hermoso, que me dio una angustia horrenda pensar que la música podría detenerse si entraba en aquel salón de imprevisto, así que me quedé afuera

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Amor entre cuerdas Ꞝ DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora