Capítulo 6: En mis pensamientos

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🎶 Hot girl bummer- blackbear.

Hansel

Luego de que Isabella se marchara a preparar todo, comencé a afilarme los colmillos, una vieja amiga con beneficios me había enviado el resultado de sus horas en el gimnasio y quería que fuera el primero en probarla. Catalina era la hija mayor de Bridget Delacour, una distinguida diseñadora de modas muy amiga de la madre de Daren, y la única que había tenido el honor de repetirse el plato en varias ocasiones solo porque hasta el momento no se había enamorado de mí. Solo me hablaba cuando necesitaba quitar todo el estrés acumulado, y yo estaba más que encantado de poder ayudarla.

Subí al auto y conduje lo más rápido que pude al lugar de encuentro, ella vivía en los lugares más lujosos de Santiago y siempre que nos reuníamos era en su casa. Oliendo espectacular y con un outfit que hasta la misma Afrodita caería rendida a mis pies llegué al lugar donde me esperaba Catalina.

Toqué la puerta con nuestro típico sonido clave para avisar que ya estaba aquí, catalina abrió la puerta en menos de dos segundos con un vestido translúcido que no dejaba nada a la maldita imaginación, estaba guapísima, con solo mirarla tuve calor en mis partes.

—un gusto verte como siempre Hansel, te ves muy apuesto. —se echó a un lado para dejarme pasar examinándome de arriba a abajo.

El lugar era enorme y con la mejor decoración en tonos dorados, turquesas y grises, lo que más me llamaba la atención era que la cama estaba cubierta con pétalos de rosas rojas, junto con una cubeta de hielo con champaña y dos bonitas copas que le hacían compañía a la botella.

—estás guapísima querida, el gimnasio te está sentando de maravilla. —caminé hasta la sala sin mirar a verla, estaba demasiado concentrado en la decoración algo ¿romántica? Se me hizo un poco sospechosa la vista, demasiada preparación para recibir a tu peor es nada.

—gracias —murmuró a mis espaldas.

Giré para verla y pedir alguna explicación de la bienvenida, pero ella ya se encontraba solo con la tanga de encaje transparente, directo al grano, tal y como me gusta.

Pensando con mi amiguito de abajo olvidé por completo lo que iba a preguntar.

No esperé ni un segundo más y ataqué su cuello a mordidas y chupetones hasta llegar a sus pechos, pasé mis manos por su espalda hasta llegar a su trasero y la levanté del suelo, ella enredó sus piernas en mi cintura toqueteándome con desespero el cabello.

La aventé sobre la cama sin ningún tipo de delicadeza para quitarme la camisa y los pantalones, ella esperó pacientemente hasta que estuve desnudo frente a sus ojos, con una mirada cargada de lascivia me pedía a gritos que por favor me enterrara en ella.

Cumplí con su capricho, la tomé sin esperar más y disfruté cada segundo que estuve dentro de ella. Sobre mí se acercó peligrosamente hasta mis labios y la detuve jalándole el cabello hacia atrás.

—sin besos corazón, sabes que no me gusta eso. —odiaba besar a las mujeres en el sexo, solo creaba un ambiente más íntimo y romántico entre dos personas. Yo no quería eso.

Volví a ser yo quien llevaba las riendas en la cama y la tumbé boca abajo, quería hacerla apretar las sábanas de placer, necesitaba saciar esa sed.

Los gemidos de catalina comenzaron a ser más intensos y no paraba de decir que no me detuviera. Tomé sus caderas y las levanté para tener más acceso a su húmedo interior. Cerré los ojos disfrutando de la sensación, en ese momento se cruzó en mis pensamientos una bonita pelinegra de ojos azules, con una tanga verde ajustada a la cadera en unos jeans negros a medio bajar del culo.

Había dejado de ser catalina la que estaba debajo de mí y comencé a ver a Isabella, imaginaba que era ella la que estaba penetrando, que eran sus gemidos pidiendo más, y que no quería que me detuviera.

Isabella. —gemí embobado con los ojos cerrados, imaginando que era mi florecita la que estaba vuelta loca por mí.

—¿Isabella? —la burbuja en la que había estado los últimos cinco minutos de pronto se rompió, haciéndome volver a la terrible realidad.

Detuve las embestidas al darme cuenta de mi error, había dicho su nombre en voz alta.

—lo siento, ya me conoces.

—sí, pero es un poco mata pasiones que llames a otra mujer mientras estás conmigo. —estaba molesta.

La neblina de lujuria había desaparecido para volverse un ambiente tenso. Nunca me había pasado algo así, desear a otra mujer estando con una era lo más extraño que me había sucedido a mis treinta y cuatro años.

—no volverá a pasar, prometo solo pensar en ti en lo que resta de la tarde.

Eso quería hacer, concentrarme en Catalina y no pensar en otra mujer hasta que saliera de este cuarto. El semblante pasional de la mujer sobre la cama se había transformado a uno triste, y eso podía significar solo una cosa.

Me lleva el diablo, ella está enamorada.

—Hansel, te invité esta tarde para decirte que durante este tiempo mis sentimientos por ti han cambiado, sé que teníamos un acuerdo, pero no puedo ocultarlo más. —toda la calentura que tenía se había esfumado.

—tú lo dijiste, teníamos un acuerdo, solo era sexo sin compromiso y sin sentimientos de por medio. —me puse de pie para buscar mi ropa que estaba regada por el suelo de la habitación.

—pensé que quizás...

Ahí viene, otra que piensa que puede atraparme.

—te equivocas Catalina, no soy el tipo de hombre que se enamora de la mujer con la que tiene sexo. Para mí es solo eso y nada más, y desde hoy ya no me llames. —me subí los pantalones y me abotoné la camisa, tenía que largarme de aquí lo antes posible.

Lo último que quería era que llorara en frente de mí, odio a las que sufren sabiendo el trato desde el comienzo.

—eres un maldito insensible, es por esa tan Isabella, ¿no es así? —preguntó con un tono triste.

Solo le di una mirada de despedida y me fui de ahí sin decir ni una sola palabra más. No porque no quería lastimarla, sino porque ni yo lo sabía, Isabella me odiaba con cada parte de su ser y a mí me gustaba que se resistiera, pero después de lo que ocurrió hoy me di cuenta de que estaba tocando terreno peligroso. O quizás solo estaba obsesionado por tenerla.

Estaba algo confundido con algunas cosas, había una sola persona en el mundo que podría escucharme sin juzgarme.

Conduje hasta llegar una lujosa mansión que estaba rodeada de vegetación, todo se veía como salido de un libro de cuentos. El Mercedes negro estaba estacionado, eso quería decir que el idiota enamorado de Daren estaba en casa.

Toqué la puerta y una mujer de unos treinta años abrió la puerta descalza masticando un trozo de sandía.

—un gusto verte, señora De Villiers. —hice la común reverencia que hacía a Gabriela cada vez que la veía. Era mi señal de respeto hacia ella y el voto de confianza que le daba a Daren para que en algún momento volviera a confiar ciegamente en mí.

—hola idiota, ¿qué buscas? —tan encantadora como siempre.

—busco a tu hombre —dije mirando la barriga de Gabriela, tenía cinco meses de bebé ahí.

—pasa, está en su despacho. —se hizo a un lado para que pasara y siguió su camino hasta la sala.

La casa era enorme, Daren no se limitó en gastos cuando se enteró de que Gabriela estaba embarazada, dijo que no podían seguir viviendo en un departamento con un bebé en camino. Pasando por la sala de reojo vi una melena que contrastaba con el de Gabriela.

Me lleva el diablo, no había lugar a donde pudiera escapar de ella. Levantó la mirada y juraría que un ligero rayo de luz se iluminó en sus ojos azules cuando se cruzaron nuestras miradas.

Dios, por qué tenías que ponerme a semejante mujerón en el camino si no era para mí.

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden dejar su voto y comentarios para apoyar la historia.

Xoxo, la autora. 🌸

Intenta no enamorarte de mí, florecitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora