Capítulo 45: Nervios y una verdad.

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🎶 Lana Del Rey - Young And Beautiful

Hansel

Podía recordarlo todo y era increíble, luego de que ellos me enviaran de vuelta del limbo rompí la única condición que me impusieron para regresar a mi cuerpo. Me concentré únicamente en volver los primeros tres segundos y luego me puse a pensar en lo duro que castigaría a Isabella por haber dudado de mí, luego de eso todo se oscureció.

No sabía si habían pasado horas, días o meses, pero con el paso del tiempo me sentía cada vez más débil, no tenía fuerzas para respirar y no lograba moverme a pesar de que intentaba darle órdenes estrictas a mis extremidades. Creí que esta vez si moriría y no habría vuelta atrás, pero como si de un milagro se tratase logré escuchar a Isabella quebrarse, suplicando que no la dejara.

Al oír su voz rota y deshecha mi desesperación crecía sin detenerse, y lo peor de todo, es que mi cuerpo se negaba a responder a mis órdenes.

Había una voz más grave junto a la de Isabella, se me hacía familiar y gritaba con todas sus fuerzas que se quedaría con ella, no me tardé mucho tiempo en darme cuenta de quién era aquella voz. De solo pensar en Isabella emparejada con uno de mis amigos más cercanos me revolvía el estómago.

Era un maldito egoísta, no podía estar con ella y tampoco la quería con otro hombre que no fuera yo.

Parecía que dios hacía oídos sordos a mis súplicas de que por favor ya me dejara volver con ella, estaba desesperado y muy perdido al no ver una salida de la eterna oscuridad en la que me encontraba.

Estaba por rendirme cuando un hilo brillante se apareció frente a mí, me guiaba a una luz más incandescente y sin pensarlo jalé de ella. En cosa de segundos el cansancio que sentía antes se triplicaba, calambres y cosquilleos azotaban mi cuerpo, y hasta respirar se me hacía doloroso. Me imagino que en el más allá no se sentía ningún tipo de dolor, y aquel terrible malestar solo podía darme a entender que había regresado a mi cuerpo.
Oía claramente la voz de mi Isabella destrozada, y a pesar de lo cansado y mareado que estaba, hablé para darle señales de que estaba ahí para ella.

La felicidad que vi reflejada en Isabella al verme fue motivo suficiente para darme cuenta de por qué tenía que volver.

Ella, solo por ella.

Nicolás no dudó ni un segundo en atenderme y revisar si estaba bien, el maldito era un buen amigo. Podría haberse entristecido al verme de vuelta porque con mi presencia se habían venido todos sus planes abajo. Pero ahí estaba, mirándome con una sonrisa de bienvenida, si hubiera tenido más energía lo hubiera besado por estar siempre cuidándome.

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Fueron incontables las veces que examinaron mi cabeza y vieron que mi actividad cerebral era la de un hombre normal. Los médicos no podían entender que había pasado, sobre todo aquel neurólogo que prácticamente me había desahuciado, lo habían regañado severamente por dar conclusiones tan apresuradas sobre un paciente.
El pobre hombre no tenía la culpa, solo estaba guiándose por sus conocimientos y estudios médicos que indicaban que estaba demasiado lejos para volver al mundo de los vivos, no contaba con qué ocurriría un milagro que me sacaría de aquel estado de coma.

Una semana después estaba tan fuerte como un roble y con la energía para subir una montaña, pero aún no me daban el alta. Isabella me iba haber todos los días y le costaba trabajo irse, prácticamente tenía que gruñirle para que se fuera a casa a descansar.
Mi madre era casi igual de intensa que Isabella, estaba todo el día en la clínica y no dejaba de mirarme cada vez que estaba conmigo.

Intenta no enamorarte de mí, florecitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora