Capítulo 18: 38° Grados

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🎶Cruel Summer-Taylor Swift

Hansel

Mi semana había sido la mejor en varios meses, había estado en casa todos los días viendo películas, nadando en la piscina, riendo y jugueteando con mi madre y mi hermana. Ellas tienen la energía de un Golden Retriever y su presencia aquí me hacía sentir mejor, es como si retrocediera a cuando tenía quince años, cuando mamá aún toleraba a mi padre y cocinaba zapallos italianos rellenos con carne y queso para la cena, eran mi platillo favorito. Para la cocina mi madre tenía las manos de una monja, era una lástima que yo no heredara esos dotes culinarios, no podía hacerme ni un par de huevos fritos sin quemar la comida.

Todo era maravilloso, pero la falta de presencia de cierta señorita estaba taladrando mi mente, no la veía hace días, y tampoco había hablado con ella por temor a como reaccionara mamá si me viera tan cercano con ella. Con Teresa habló solo una vez y fue suficiente para que le cayera como patada en el hígado. La odió y se rehusó a volver a respirar el mismo aire que ella, con Estefanía habló en varias oportunidades, pero solo terminaban discutiendo por mi atención.

Al día siguiente tampoco llegó y mi ansiedad por saber de ella era insistente, le envié un par de mensajes a su teléfono y no respondió. Carlos tampoco tenía razón de su ausencia, solo tenía órdenes claras de venir a cumplir con sus obligaciones y seguir cada una de sus tareas, pero que no tocaran el mirador.
Como último recurso tomé la decisión más sabia que tenía para saber de Isabella, llamar a su teléfono fijo. El bip sonó un par de veces cuando la voz de Toña se escuchó fuerte y claro.

¿Bueno?

—hola Toña, qué gusto oírte. —el chillido de ella no pasó desapercibido al oír mi voz por el teléfono.

hola Hansel, tardaste dos días más de lo esperado en llamar, calculé tres días para que llamaras preguntando por ella, es por eso que llamas, ¿no es así? —es muy astuta.

—sí, me pareció extraño no verla en la obra durante tantos días, ella es muy responsable.

y no la verás en varios días más, Isa está enferma. —mi estómago se apretó al escuchar que ella no se encontraba bien.

—¿qué tiene? —pregunté preocupado.

no es nada, solo se pescó un resfriado y es dura como una mula, está ardiendo en fiebre y no quiere ir a un hospital. —brinqué del escritorio y bajé las escaleras con el teléfono aún en la oreja.

—¿Toña puedo ir a verla? —se quedó en silencio unos segundos antes de contestar.

claro, me ayudarías muchísimo al venir, tengo que ir al supermercado y no quiero dejarla sola. Ven con un cubrebocas para evitar contagiarte.

—gracias Toña, nos vemos en diez minutos.

Pasé por la cocina a darle un sorbo al café que mamá me había preparado con cariño, no quería hacerla sentir mal luego de que me había estado cuidando desde que llegó, y a pesar de que ya la repasaba en altura y mi voz ya no sonaba como la de un crío para ella seguía siendo su bebé.

—adiós mamá. —le di un beso en la mejilla y salí directo hacia la puerta.

—¿a dónde vas? —preguntó con un moño desordenado que le bailaba en la cabeza y la bata verde de algodón amarrada en la cintura.

—¡por ahí! —grité caminando en reversa para verla.

—¿llevas los condones que te traje? Todavía me siento joven como para ser abuela. —de mi bolsillo le mostré la cajita negra sonriendo descaradamente y salí.

Intenta no enamorarte de mí, florecitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora