Extra

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Muchos años después.

🎶 Swim - Chase Atlantic

Aysel

Con el ceño fruncido esperaba impaciente, odiaba tener que esperar y mucho más vestirme formal. Mamá adoraba verme vestido con otra cosa que no fuera ropa negra, y por ser un día especial, cedería a sus caprichos. Todo por verla feliz.

Hoy papá estaba de cumpleaños.

Cumplía sesenta años, y se veía fresco como una lechuga, fuerte al igual que un roble, y musculoso como si tuviera treinta años aún. No entendía como podía verse tan bien a su edad, según mamá, nunca se había sometido a ninguna cirugía plástica. Solo cuidaba la alimentación y hacía ejercicio como CBUM.

Mamá no se quedaba atrás, tenía unos años menos que papá y seguía conservando un cuerpo increíblemente atractivo para su marido, porque cada vez que me daba la vuelta, papá hacía de las suyas.

No tenían vergüenza para coger por toda la casa, eran incontables las veces que los pillé en alguna parte de la casa o en el maldito jardín haciendo sus puercadas.

Ver a mis padres coger como conejos, era realmente asqueroso, más a la edad que tenían ambos. Aún me preguntaba como papá lograba tener una erección a los sesenta.

Yo no era un santo, tenía mis encuentros casuales fuera de casa, y siempre volvía para no levantar sospechas.

Cada vez que la gente me veía, decía que de pequeño me parecía mucho a mi madre, pero la madurez de los años había hecho una copia casi perfecta de papá a su edad. Solo que con el color de cabello de mamá y los ojos de mi abuelo Alan.
Extrañaba mucho a ese viejo, había muerto el año pasado y me había heredado todo, absolutamente todo.

A la tía Estefanía le valió mierda haberse quedado con nada, ella era feliz con el tío Jackson siguiéndola como su sombra. A papá le importaba mucho menos, él tenía su propio dinero, y no entendía de donde lo sacaba, él no trabajaba casi nunca y solo se la pasaba en casa jodiéndome para que le presentara una novia de una vez por todas.

Este año cumplí los veinticinco años, y aún no traía a nadie a casa. O al menos a nadie del género femenino, y papá comenzaba a dudar de mi sexualidad. Me había dado una extraña charla de cómo me seguiría queriendo a pesar de «mis gustos».

La única chica que rondaba la casa era Levana, y ante mis ojos era la chica más rara que haya visto. Usaba unos lentes tan gruesos como una botella de cristal, frenos en los dientes y siempre estaba despeinada, además, cada vez que intentaba ser amable, tartamudeaba y se iba dejándome como un idiota.
Cada vez que ella venía, mamá me obligaba a pasar tiempo con ella, que debía ser un caballero y acompañarla. Pero hace dos años que no la veo, se fue a Alemania para estudiar algo sobre el diseño de modas, y no ha vuelto ni en los días de fiesta.

Nuestros padres habían sido amigos toda la vida, y por cariño a mi tía Gabi ponía todo de mi parte para tener la paciencia de soportar a aquella chiquilla.

—¿qué haces ahí gatito? —papá a mis espaldas apareció irradiando alegría con sus perfectas canas blancas brillando con el sol—. Tu madre te está esperando, dice que debes acompañar a Levana.

Al escuchar el nombre de esa chica me dio escalofrío. Guardaba la esperanza de que esta tarde no viniera.

—¿puedo evitarlo? —hice una mueca de disgusto.

Papá solo me miró intentando no reírse en mi cara, y con los ojos me hizo una seña para que entrara.

Resignado lo seguí hasta la sala en donde ya estaba toda la familia reunida para celebrar a papá, todos vestían como para una fiesta elegante y se veían felices saludando a mi madre. Llevaban meses sin reunirse todos en casa, hasta Ani y Jaime habían vuelto de su retiro espiritual para ver a mi padre.

Intenta no enamorarte de mí, florecitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora