𝟎𝟐𝟑. el mundial

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CAPÍTULO VEINTITRÉS
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Pedri no podía creer lo que veían sus ojos

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Pedri no podía creer lo que veían sus ojos. Pensaba que estaba soñando porque todo le parecía sacado de sus pensamientos.

El día de su cumpleaños no es que fuera gran cosa: los de la selección junto con sus amigos le habían cantado el cumpleaños feliz a la vez que soplaba las velas con el número 20 en el comedor.

Obviamente le había gustado, pero la falta de una persona era lo que más echaba de menos. Y es que no habían hablado estas últimas semanas, o por lo menos ella con él.

Pedri, siendo fiel a su promesa, decidió estar presente en su día a día con sus flores y mensajes, de alguna forma llenando el vacío que Alina había dejado en él.

Por lo que sus mensajes diarios no faltaban, y, aunque por mucho que Ferran y Eric se metieran con él diciendo que estaba "obsesionado", Pedri los seguía mandando.

Por lo que cuando Ferran le insistió que quería llevarlo a un sitio con una venda sobre los ojos, se dejó llevar. Porque lo único que quería el futbolista era imposible que ocurriese.

Pero vaya suerte debe de tener Pedri.

Porque según la tela le permite ver, sus ojos se fijan en una sola persona: Alina. Si, estaba ahí, sonriéndole de forma tímida mientras alrededor de Pedri, sus amigos se tiraban encima suya gritando "sorpresa".

Pero Pedri no prestaba atención. No podía quitar los ojos de la joven que no podía sacar de su cabeza, con la cual en sus sueños aparecía de protagonista y con la cual, su fondo de pantalla lo saludaba todos los días.

Pedri sonrió ampliamente, sacándose a Balde de encima y dirigiéndose hacia ella, dispuesto a hacer cualquier cosa que ella le dejase hacerle.

Pero parece que su hermano Fer tenía otra idea, porque antes de dar más de tres pasos, su mano lo paró por el pecho, haciendo que el menor, mirase con el ceño fruncido a su hermano mayor.

— ¿No me vas a saludar o qué? — bromeó el mayor abriendo los brazos. Pedri, bufando profundamente, abrazó a su hermano, sin evitar mirar a Alina por el hombro, viendo como charlaba con Sira. — No la cagues — susurró entonces Fer.

— ¿Cómo? — preguntó Pedri, separándose para mirarle a la cara a su hermano, el cual lo miró de forma seria.

— Que no la cagues melón. No sabes lo que nos ha costado a Sira y a mí que venga. Te he visto todas estas semanas decaído como si fueras un alma en pena y honestamente no podía más. Tu pesimismo estaba empezando a ahogarme. — Pedri bufó rodando los ojos. Su hermano podía ser un poco exagerado. — Pero aquí está, por lo que significa que aún puede ser que te quiera.

— ¿Tú crees? — preguntó Pedri unos instantes más tardes. Sabía que la había cagado, y que por muchos mensajes y flores que hubiese mandado, no había recibido ninguna respuesta por su parte.

𝑬𝑵𝑪𝑯𝑨𝑵𝑻𝑬𝑫, pedri gonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora