Capítulo 7

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La característica que define a una personalidad tipo A es tener metas y contar con las estrategias para alcanzar esos objetivos. Definitivamente soy un tipo A.

La planificación es mi religión; la lista de tareas es mi Biblia.

Pero cuando llego a la mitad del vestíbulo del edificio que ha sido mi hogar durante los últimos dos años, me congelo, porque por primera vez en mi vida, no tengo idea de qué hacer a continuación. Sin rumbo.

Y es aterrador, me siento sin peso, como un astronauta al que le han cortado su ancla, a la deriva en el espacio. Desolada, condenada al fracaso.

Mi vida gira en torno a Jisoo, y nunca pensé que necesitaría un plan de contingencia.

Mis manos comienzan a temblar en primer lugar, luego mis brazos y mis rodillas, los latidos de mi corazón se aceleran y estoy segura de que me estoy hiperventilando.

Es la adrenalina, la respuesta a la lucha o la huida, es un fenómeno asombroso. Es la acción sin pensamiento, un movimiento sin el permiso del cerebro.

Y la mía está en pleno apogeo, cada miembro me grita que me mueva, que me vaya. A mi cuerpo no le importa donde, siempre y cuando no sea aquí. Corre, corre tan rápido como puedas, no me puedes alcanzar, soy el hombre de jengibre.

El hombre de jengibre fue afortunado, tenía a alguien que lo perseguía.

—¿Señorita Park?

Al principio no lo oigo. El sonido de mi propio pánico es demasiado ensordecedor, como mil murciélagos en una cueva sellada.

Luego toca mi brazo, trayéndome de regreso a la tierra—. ¿Señorita Park?

¿El caballero canoso de preocupados ojos verdes con la elegante chaqueta negra?

Es MinHo, nuestro portero.

—¿Le consigo algo?

¿Me consigue algo?

Una lobotomía sería perfecta ahora mismo. Nada del otro mundo sólo un punzón, un martillo y seré el miembro más feliz del club de mentes inmaculadas.

—¿Se encuentra bien, señorita Park?

Conoces ese dicho, ―Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado en absoluto

Es una tontería, quién dijo eso no sabía ni una mierda sobre el amor. La ignorancia es mejor; es indoloro.

¿Pero conocer la perfección, tocarla, saborearla, respirarla cada día, y que luego se lo lleven? La pérdida es agonía, y cada centímetro de mi piel duele con ello.

—Yo necesito... Tengo que irme.

Sí, esa es mi voz, la versión aturdida y confundida, como un herido en un choque masivo, que sigue diciendo a quien le escuche que la luz estaba en verde.

No se suponía que terminaría así, no debía de terminar en absoluto. Ella lo escribió en las nubes.

Para siempre.

MinHo mira el bolso en mi hombro—. ¿Se refiere a la estación del metro? ¿Llega tarde?

Sus palabras retumban en el pozo sin fondo que ahora es mi mente.

metro... metro... metro.

Cuando los pacientes de Alzheimer empiezan a perder sus recuerdos, son los más recientes los que se van primero. Los viejos, la dirección de la casa en la que crecieron, el nombre de su maestra de segundo grado, estos se quedan alrededor, porque están arraigados. Una gran parte de la persona que tiene esa información es casi instintiva, como saber cómo tragar.

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