Dejar ir

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Ambos se quedaron abrazados por un buen rato, solamente disfrutando la existencia del otro, existencia no acabaría pero que tampoco presenciarían.

Al separarse, se levantaron de la manta y Spreen lo guió a una cabaña cerca del lago.

—. Mi padre compró este lugar para ella, y luego ella puso aquí una cabaña para vacacionar en familia. Aunque sólo recuerdo haber venido aquí una vez, y ni siquiera fue agradable - dice, que pese a sus palabras tristes, su rostro era adornado con una sonrisa —. Por eso me alegra haberte traído aquí, tu mera existencia cura mis heridas.

Quackity lo miró con ternura, tomó su mano y la besó.

—. ¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? - pregunta Quackity, observando el interior de la cabaña.

—. Nos quedaremos aquí dos días, mis últimos dos días - responde, por lo que el menor frunció sus labios. Sonrió y se acercó para acariciar su cabello —. Pasaremos aquí los últimos días, alejados de los demás, siendo sólo tú y yo.

Quackity sonrió, asintiendo, trataba de sentirse feliz por estar con Spreen en los últimos momentos.

Con las horas lo olvidaron, olvidaron completamente que eso sería lo último que tendrían del otro. Quizá fueron las películas de suspenso, quizá fue esa noche de malvaviscos, o los seductores y disimulados toques sobre sus cuerpos. No importaba la razón, habían olvidado todo a su alrededor,sólo eran ellos dos.

—. No hagas eso - le reprocha Quackity, sintiendo escalofríos por las manos frías que lo persiguen.

Spreen corría tras de él con las manos mojadas de agua helada, estaban cocinando y se pusieron a jugar a buena mañana.

Quackity corría y lo esquivaba por la isla, pasando por debajo de la mesa y saltando en los sofás, hasta que Spreen lo atrapó del pie cuando salió bajo la mesa y comenzó a hacerle cosquillas en el suelo.

—. ¡Déjame! - exclama, tratando de retirar las manos que se paseaban por su torso.

Spreen se mordió el labio, riendo con sorna, disfrutando de ver a su novio sufrir.

Las últimas risas.

Spreen esperaba el avión junto a su padre, quien había pagado una generosa cantidad para tener un área apartada de los demás, dividiendo los sofás de alta calidad en los que se encontraban con los asientos normales de los demás.

Spreen se sentía avergonzado, no agradaba de destacar con esos lujos, por lo que siempre mantuvo su rostro ocultó con un libro, hasta que sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar una melodía conocida.

Bajó el libro y frente a él se encontraba Quackity, parado tras la cinta divisora. Sus manos sujetaban el violín con mucha firmeza, y aunque sus dedos temblaban el sonido de la melodía era fuerte.

Las personas disfrutaron y quedaron maravilladas con la melodía suave, parecía dulce al principio, y la sonata comenzó a alterarse con el tiempo, terminando en sonidos poco coordinados que de alguna forma sonaban bien.

El padre de Spreen se sintió molesto e incómodo al principio, impotente porque no podía correrlo al estar fuera de la cinta; pero de pronto, su mirada se fijó en su único hijo, quien tenía sus ojos puestos en aquel chico que tocaba el violín.

Los ojos amatistas parecían hechizados, había un brillo que él nunca presenció antes, como si fueran capaces de ver una luz que nadie más podía.

Lo pensó mejor, su decisión, sus decisiones, pero ya era demasiado tarde.

—. El vuelo número 1128 está listo para ser abordado. Por favor, a todos los pasajeros se les solicita pasar al área de registro - la voz de una mujer sonó por el megáfono, haciendo que la melodía del violín se detuviera.

Spreen se levantó del sofá, acercándose a la cinta para ver a Quackity más de cerca.

El menor le sonrió, comenzando a retirar las cuerdas del violín para meterlas delicadamente en una caja de madera.

—. No volveré a tocar el violín - dice, ronco por el sofoque en su garganta.

Spreen lo miró sorprendido, asustado. Haber acordado no volverse a hablar era para conservar su brillo, no para apagarlo.

—. ¿P-por qué? - pregunta, nervioso, asustado de su respuesta.

—. No volveré a tocarlo hasta que regreses, cuando lo hagas, tienes que regresar estás mismas cuerdas - dice, haciendo entrega de la caja.

Spreen la tomó entre sus manos, sonriente. Sin querer comenzó a lagrimear, alzando su rostro para ver a Quackity, quien tomó su rostro entre sus manos para quitar con dulzura sus lágrimas.

—. Jamás dejarás de ser mi amor, el primero y el único que he tenido, has sido y serás lo que siempre he querido. Sé que el tiempo pasará y cambiará las cosas, pero jamás cambiará el hecho de que eres mi buen amor - finaliza, acercándose para besarlo.

Spreen correspondió, abrazándolo con fuerza, tomándolo en brazos como podía para que cruzara la cinta y poder tenerlo más cerca. Los guardias privados quisieron acercarse para establecer el orden, pero el padre de Spreen lo impidió, dejando que ambos adolescentes se despidieran libremente.

Nunca había visto a su hijo llorar así sobre el hombre de alguien, tampoco lo había visto aferrarse como niño en brazos, y menos parecer tan débil. Quería decirse que era lo mejor, porque no quería a alguien que hiciera débil a su hijo; pero al verlo bien, Spreen parecía más seguro, más risueño y más valiente desde Quackity.

Llorar no era de débiles, y Spreen no era débil por amar.

—. Te voy a extrañar - susurra, acariciando los cabellos del menor.

Quackity suspiró pesado, sorbiendo su llanto, abrazando a Spreen con fuerza.

—. Yo también te voy a extrañar, así que cuídate mucho, come bien, no dejes de comer, por favor - pide Quackity sollozando.

Spreen apretó fuerte su camisa, asintiendo —. Promete que también comerás, que no dejarás de hacer lo que te gusta y que continuarás sonriendo - le dice, besando su rostro, repartiendo suaves besos de despedidas.

Quería recordar su piel, quería recordar su rostro, quería recordar todo de él, no quería olvidarlo.

—. Spreen, vámonos - avisa su padre, haciéndolo apretar la camisa del menor.

—. Te amo, te amo, te amo tanto, amor mío. Te amo tanto que daré lo mejor de mí para verte lo antes posible, así que por favor, vive mientras tanto - le dice, depositando el último beso sobre sus labios, tan dulce e inocente como el primero.

Quackity lo vio alejarse con las maletas, limpiándose las lágrimas mientras caminaba. El padre de Spreen se giró a verlo, sus miradas se cruzaron y él sólo pudo dar una leve reverencia, para después alejarse y limpiar sus lágrimas también.

Corrió donde su madre y la abrazó, desmoronándose frente a ella e importando poco si alguien más lo veía llorar así.

Spreen se dejó ir en el asiento del avión, poniéndose el gorro de su suéter para que nadie más lo viera llorar. Ese lado sensible era para Quackity, para su lugar seguro.

Ambos juraban volverse a encontrar, en unos años o en su siguiente vida. 

My Boy - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora