15.

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Todo se sentía como el primer día.

Tenía las manos sudorosas, el corazón le latía al mil por hora y tenía la respiración acelerada.

Cuatro meses.

Habían pasado cuatro meses desde la primera vez que había entrado a la tienda y todo lucia... exactamente igual.

La única razón por la que el piso no juntaba polvo era porque el mismo se encargaba de asear el lugar. Limpiaba los pisos, vitrinas, las paredes de cristal de la fachada. La mayoría de su turno se la pasaba limpiando, al menos así tendría algo que hacer.

En ese momento estaba re-acomodando uno de los maniquíes de las vitrinas, tal vez si les ponían un vestuario más lindo, los clientes entrarían a comprar algo.

Si se ponía a pensarlo, estilizar era un tipo de arte. Tenía que combinar colores, estilos, texturas y terminaba con algo... decente. La moda no se le daba mucho pero los últimos meses se la había pasado investigando. Había leído todas las revistas de moda que encontró en el local, incluso leyó artículos en internet para aprender un poco más de su trabajo.

Estaba hambriento por el aprendizaje, necesitaba llenar su cerebro de cosas nuevas para poder calmar el vacío que sentía al no poder sobresalir en el trabajo. No era por querer opacar a sus compañeros o buscando ser el mejor empleado en general, pero necesitaba al menos un pequeño reconocimiento de que estaba haciendo bien su trabajo.

Al menos así estaría seguro de que estaba haciendo algo bien.

La noche anterior había tenido una importante plática con sus amigos, donde derramó lágrimas. Lloró tanto como para que Seokjin terminara haciéndole un té para prevenir el dolor de cabeza que seguramente tendría al día siguiente al desahogarse. Pero con palabras de aliento y promesas, sus amigos le habían hecho entender que a veces estaba bien desistir de alguna cosas, tal vez así encontraría algo mejor que le hiciera bien. La única manera de saber si eres bueno en otras cosas es arriesgándote, en ese caso tendría que arriesgarse a renunciar sin haber ser sido el empleado del mes.

Era algo nuevo para él.

Renunciar así sin más, pero en el fondo sabía que sus amigos tenían razón, pero el temor que sentía lo cegaba, al final del día no todos reaccionarían como sus padres, pero era un proceso difícil de sanar qué necesitaba más de un pequeño empujoncito para sobrellevar.

Tenía suerte de tener a Jin y a Taehyung.

El estar perdido en sus sentimientos no fue suficiente para hacerlo entrar en un trance, pues era claro lo que había escuchado. Lo había estado esperando por los últimos meses y finalmente estaba pasando, claramente reconocía el sonido.

La campana de la puerta de entrada tintineando al darle la bienvenida a alguien.

A veces se convencía de que esa misma puerta tenía algún tipo de mecanismo que la obligaba a estar cerrada todo el día, nunca había visto a alguien entrar o salir por ahí, el y sus compañeros usaban el corredor de servicio que daba a la calle principal.

Así que si sus torpes manos botaron el brazo del maniquí que sostenía, apenas y lo noto, dejándolo de lado para aproximarse a la persona nueva en la habitación.

Era un hombre. No muy alto, probablemente de su altura. Cabello negro acariciando su cuello ante el largo, peinado nítidamente hacia atrás, dejando unos cuantos mechones rebeldes cayendo por su rostro. Labios pintados de cereza y unos impresionantes ojos felinos color chocolate, Jeongguk se preguntó por un momento como había obtenido la cicatriz que le cruzaba hasta el pómulo. Vestía de traje y era difícil de ignorar, tal vez porque no acostumbraba a ver personas vestidas tan formales o por la forma en que este se ceñía completamente en los lugares adecuados donde el músculo de sus brazos se encontraba, o tal vez fueron los primeros botones abiertos de su impecable camisa blanca.

Talla S. (Yoonkook/Kookgi Social Media AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora