Dos horas con treinta y siete minutos.
Ese había sido el tiempo que llegó tarde al trabajo, un récord. Nunca antes lo había hecho.
Algo dentro de él lo remordía, le daba ese sentimiento de intranquilidad al saber que había hecho fuera de su rutina. Jeongguk nunca había llegado tarde al trabajo.
Pero esa vez no le había quedado opción y tampoco era como si le quedaran ánimos para seguir intentando ser un empleado ejemplar.
Se había levantado de buen humor, se había quedado a dormir en casa de su hyung y le había preparado el desayuno, todo iba bien hasta que se le ocurrió revisar su teléfono móvil, llevándose la sorpresa del día al ver la hora. Apenas y probó lo que su hyung le había cocinado, ni siquiera se ducho, simplemente se lavo los dientes, robó ropa del armario de su hyung y se fue corriendo. Definitivamente nada podía ponerse peor.
O eso creía.
Cuando llegó a la boutique ni siquiera se molestó en rodear la propiedad para entrar por la entrada de empleados, simplemente uso el juego de llaves que le dieron y entró por la puerta principal, la irritable campanilla tintineando anunciando su presencia al polvo que cubría la ropa.
Pero hubo algo que llamó su atención por primera vez.
Un letrero con la palabra "Cerrado" de frente a la puerta. Nunca antes lo había visto, nunca antes se había tomado el tiempo de girarlo para que la otra cara quedara contra la puerta, leyéndose "Abierto".
Una idea tonta pasó por su cabeza pero no podía ser posible, el solo pensamiento lo hizo reír.
Porque no había manera que desde que empezó a trabajar ahí alguien hubiera olvidado girar el maldito letrero para invitar a los clientes al interior. Porque de ninguna manera había pasado los últimos meses atormentándose por culpa de un jodido letrero.
Y hubiera tenido tiempo de hacer una rabieta si el tintinear de la campana no lo hubiera puesto alerta.
"¡Oh! ¿Al fin está abierto?" Una alegre voz le preguntó.
Jeongguk no tardo en girarse para encontrarse con una alegre señora que escaneaba el local con la mirada. El mayor tenía la boca abierta con asombro.
¿Finalmente su primer cliente?
"He esperado por meses para la apertura, nunca había visto a alguien entrar." La escucho hablar.
Tenía que ser una broma.
Tenía que ser una maldita broma.
¿Todo había sido culpa del maldito letrero?
¿Todas las lágrimas que había derramado habían sido en vano? ¿Había depositado su corazón en las manos de Jimin para eso?
Una sonrisa maníaca tiro de sus labios e hizo una corta reverencia a la señora frente a él.
"¿Busca algo en especial?"
Las cosas pasaron así:
La sangre de Jeongguk hervía del coraje, era casi visible por la forma en cómo se movía de una manera casi robótica, tenía un ligero tinte carmesí en las mejillas y su voz era casi un murmuró, porque sabía que si la alzaba un poco más le terminaría gritando a la adorable señora que le preguntaba por cada mínimo detalle en la tienda.
Pasaron un buen rato viendo las prendas, platicando del por que les había tomado tanto inaugurar la boutique y Jeongguk simplemente mintió, ¿qué más iba a decirle? Oh, alguien fue lo estúpidamente idiota como para no girar el maldito letrero. No. Pero eso le había dicho a la señora, quien lo tomo como la mejor broma del día. Y ojalá para Jeongguk todo fuera una broma.
La señora era una buena persona, interesada en los materiales de las prendas, de dónde venían y le encantaban las ofertas, eso era obvio. Vivía a dos calles de la boutique y había pasado los últimos meses paseándose por el vecindario atenta a la apertura de la tienda, quería ser de las primeras en aprovechar las promociones.
"¿Esta la tienes en talla S?" La escuchó preguntar. Una linda chaqueta de cuero roja se posaba entre sus manos. "Esta se le vería increíble a mi hija, pero no es de su talla."
"Mmh, si me espera un momento puedo revisar en la bodega." El menor respondió, no se arriesgaría a perder a su primer y único cliente.
"Claro, cariño. He esperado meses, no me iré sin comprar algo." Dijo con una sonrisa burlona, girándose para continuar viendo la ropa. Y Jeongguk correspondió la sonrisa, antes de girarse y encaminarse a la parte trasera de la tienda. Su semblante cambiando completamente en cuanto se encontró solo.
Había olvidado la alegría que le había dado hacer su primera venta, había olvidado los cumplidos que hizo la señora hacia los conjuntos que el mismo le había puesto a los maniquíes, su cuerpo se envolvió en una rabia que apenas y pudo controlar.
Ni siquiera estaba consiente de sus movimientos, no podía pensar con claridad.
Así que cuando cruzo por la puerta roja, ni siquiera lo notó.
Y le tomo un tiempo registrar lo que estaba frente a él.
Parpadeo una vez.
Dos, tres.
Definitivamente todo tenía que ser una broma.
Una risita salió de sus labios.
Un sueño.
Una pesadilla.
Porque no había manera en que detrás de la puerta roja no hubiera prendas talla S, sino una silla en el centro, diferentes herramientas sobre una mesa quirúrgica al costado, manchas en el piso que ni siquiera se atrevió a mirar más de dos segundos para descifrar su color y mucho menos había instrumentos químicos al fondo con pequeñas bolsas ziploc en un contenedor en lugar de chaquetas de cuero rojas. Tampoco había maniquíes, había armas acomodadas por tamaños en la pared.
De ninguna manera.
Y lo siguiente pasó casi en cámara lenta.
Así como entro por la puerta roja, no tardo en darse la vuelta, cerrando la puerta y regresando por donde vino. Le ofreció una sincera disculpa a la amable señora que lo espero por quien sabe cuánto tiempo le había tomado reaccionar, pero la mujer terminó haciendo una compra grande y agradeciéndole por el servicio.
Jeongguk no tardo en volver a girar el letrero de la puerta de entrada, marchándose del lugar.
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Talla S. (Yoonkook/Kookgi Social Media AU)
FanfictionDónde Jeongguk empieza su nuevo trabajo el lunes y no puede contener la emoción. ¿O era nueva vida?