Capítulo 11

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Al siguiente día, cuando llegué al instituto, no se hicieron esperar el montón de preguntas.

¿Por qué no fuiste a la iglesia? ¿Te pasa algo? ¿Estás bien?...

Y más preguntas parecidas.

Les dije que me quedé dormida y ellos solo fruncieron el ceño.

—¿Sólo por eso? —susurró Calleigh.

—Si. No me dí cuenta hasta que me desperté y ya era tarde.

—Pero tú nunca te quedas dormida en la tarde —susurró Jack.

Oh, oh.

No quise decirle que me siento desanimada.

—Lo sé, estaba cansada ¿Acaso no puedo cansarme? —musité.

No dijeron nada, se fueron a sus lugares sin decir nada más.

Creo que me pasé. Ellos no deben pagar por algo que no tienen culpa.

Las clases terminaron a la hora de siempre.

Cuando llegué a casa mi mamá no estaba, y yo estaba tan cansada de todo. Lo único que me apetecía era llorar cada vez que recordaba lo sola que estoy. Decidí salir para despejar mi mente.

Me encontraba en el parque, sentada, sumergida en mis más profundos e inestables pensamientos.

Me puse de pie para recorrer el lugar antes de ir al templo.

Estaba tan distraída que no supe en qué momento choqué con el pecho de alguien.

Levanté mi vista con miedo de lo que me diría la persona.

Estaba sorprendida, el sólo esbozó una gran sonrisa. Casi le llegaba hasta las orejas.

—Hola compañera.

—Hola —respondí entre dientes.

—¿Qué haces aquí?

—Estoy paseando antes de ir a mi iglesia, ¿No ves?

—Oh, suena interesante y claro que lo veo, ¿Y tus amigos? A ellos es que no los veo —volteó hacia todos lados.

—Ellos no vinieron, vine sola.

—¡Wow! Es la primera vez que te encuentro sin la rubia y el raro.

—Emm, si.

Caminamos juntos hacia la calle, en silencio, ¿Por qué va andando conmigo?

—Oye, ¿te molesta si te acompaño a la iglesia?

—¡¿Que?! ¡Qué le pasó al Jean que conozco! ¿Te sientes bien?

—Tampoco te sorprendas, sólo quiero acompañarte. Me sentiría mal que te fueras solita y con esa carita triste.

—Eh... —no supe que decir, disculpen, pero es que estoy sorprendida —si, claro —dije al fin.

Sonrió más ampliamente.

Yo aún no supero que Jean, el que siempre está rodeado de gente en el instituto —digamos que es popular — ¡Se ofreció a acompañarme a la iglesia!

Jeanluke es popular porque tiene una personalidad increíble, aunque molesta, el sí es muy sociable, a diferencia de Jack.

Jack es popular por ser el más guapo, pero sólo eso.

Entramos al templo. A petición de Jean nos quedamos en la parte de atrás porque el es el nuevo visitante, y yo no quiero estar en las primeras filas.

Cuando fué la despedida todos comenzaron a salir y ví a Jean sonreir con emoción.

—Hey hey hey. En la iglesia no se hace eso.

—¡Qué! —dijo dramáticamente, poniendo una mano en su pecho.

—Ya sé lo que estás pensando.

—¡Cómo se te ocurre!

—Ví esa sonrisita y eso lo he visto sólo cuando quieres aplastar a todos para salir primero.

—Me conoces bien, eh —sonrió mientras alborotó mi cabello con una ceja alzada —pero es divertido.

—Lo que digas, pero aquí no es el lugar para hacer eso ¿Me entiendes? ¡Y no toques mi cabello!

Me acomodé el desastre que había provocado Jean.

—Si, mamá —respondió y yo bufé.

Jack venía saliendo con Calleigh, ellos se habían sentado en la parte de enfrente.

Venían boquiabiertos al verme con Jean. Hay que admitirlo, es sorprendente que esté en una iglesia.

Jack lo fulminó con su mirada, de esas que son asesinas, después me miró con preocupación.

—Estoy bien —le dije a Jack para que se calmara, seguro está pensando que estoy sentada al lado de Jean en contra de mi voluntad.

Jean frunció su seño.

—Ya me voy, ¿Nos vamos juntos? —pregunté para calmar la tensión.

—vamos _dijo Calleigh tomando a Jack de la mano.

Caminamos en silencio unas cuadras, Jean vive cerca de mi casa así que nos despedimos de los demás.

Jack se le acercó a Jean, le dijo algo que no alcancé a escuchar. Después se fué con Calleigh.

Seguimos andando hasta llegar enfrente de mi casa.

—Hasta mañana compañera —volvió a revolverme el cabello.

—¡Deja mi cabello en paz!

—Vale, vale —levantó ambos brazos en señal de rendición—. Buenas noches, vecina.

Sí, el pesado vive al lado de mi casa.

—Buenas noches.

Cuando entré a casa, mi mamá ya había llegado porque su bolso estaba en el sofá.

Me dirigí a su habitación, abrí con mucho cuidado la puerta y efectivamente ya estaba en casa, dormida.

Seguramente vino cansada.

Cerré con cuidado y me fuí a mi cuarto, encendí la luz y me acerqué a la ventana.

En eso se pareció el rostro de Jean en la ventana de la casa de al lado.

—Buenas noches —gesticuló, dándome la buenas noches otra vez. Lo entendí, gracias a Dios.

—Buenas noches —respondí en un susurro sacudiendo mi mano.

El sonrió y después apagó la luz de lo que supongo es su cuarto. Yo hice lo mismo.

AMANDO EN SILENCIO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora