Frío

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Había descubierto que Will tenía pesadillas por la noche.

A veces sobre el accidente en el bosque, a veces sobre el día en que perdió a su madre. En ocasiones lloraba por su manada, y en otras, por su padre; al despertar siempre negaría haber soñado con ellos. Era un mal mentiroso, de los peores que había conocido.

Él también era consciente de sus propias pesadillas, pero si Will se había percatado de ellas en algún punto, nunca había traído el tema a la conversación. Agradecía el gesto.

Parecía ser que ambos hombres preferían guardar el secreto del otro y apoyarse dentro de sus capacidades. En las noches más difíciles, Hannibal solía acariciar el cabello de Will hasta lograr relajarlo. No era nada sentimental, solo había notado que, a pesar de odiar el contacto físico de manera consciente, el menor parecía desesperado por el toque ajeno cuando las pesadillas lo acechaban. Él no podía negarse, era como si pidiera su ayuda.

Por otra parte, había descubierto que Will tenía la manía de dormir pegado a su cuerpo, pues el pobre muchachito aún estaba bajo de peso, y el invierno comenzaba a ser terrible en esas fechas. Era normal acercarse a una fuente de calor en el momento en el que era percibida, por lo que Hannibal no mencionó nada al respecto. Además, no es que le desagradara la cercanía, la permitía por una buena razón. A veces, incluso le acercaba más, como en este momento.

Acomodando el pesado edredón encima del cuerpo de su compañero, Hannibal pensó que era un buen momento para iniciar con su plan. No podía permitirse seguir perdiendo el tiempo.

———

Esa mañana desayunaron huevos escalfados con salsa holandesa, hogazas de pan recién horneado y té oolong para Will, café lungo para Hannibal.

Cuando terminaron, el psiquiatra le enseñó a su acompañante como debía lavar los platos y dónde guardarlos una vez que estuvieran secos. Pensó que empezar a delegar responsabilidades al híbrido sería una buena táctica para hacerlo sentir más cómodo en su hogar.

Funcionó. El chico terminó con su tarea y observó con una gran sonrisa a Lecter, buscando su aprobación. Hannibal asintió, dándole por fin el visto bueno.

—Buen chico. Ahora, es de tu conocimiento donde se encuentran todos los servicios. Si requieres algo, ya sabes adonde acudir. Mis citas terminan a las cinco y media de la tarde, por lo que llegaré a preparar la cena para ambos. Hay un recipiente de vidrio en el refrigerador con comida, caliéntala y come a más tardar a las tres, ¿está bien?

Will asintió, acompañando al mayor hasta donde se encontraba la entrada de la residencia. Hannibal estaba a punto de tomar su bufanda borgoña, pero el más joven se adelantó a tomarla y entregársela al doctor. Lecter le ofreció una pequeña caricia entre sus orejas a modo de agradecimiento.

—Bien, entonces, me despido.

—Cuídate, Hannibal.

Antes de cerrar la puerta, Will escuchó que el mayor le decía:

"No intentes buscar las galletas, las escondí."

Maldita sea.

———

Escuchó con atención las quejas del señor Petty, su paciente de las 2:00 de la tarde.

El hombre era extremadamente aburrido; Lecter debía juntar toda la paciencia existente en su ser para no rodar sus ojos con hastío cada vez que la boca ajena se abría para hablar. No, él no rodaba los ojos, eso era grosero, pero en verdad Thomas Petty lo llevaba al extremo de su paciencia. Sin embargo, aún no había razones suficientes como para deshacerse de él.

Golden Days | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora