Confianza

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Hannibal observó con interés la forma en que los rizos de su amado muchacho habían crecido durante su estadía ahí.

Si bien Will ya tenía el cabello largo cuando llegó a él, ahora los rizos sobrepasaban la línea de su cuello con el inicio de sus hombros, haciéndolo lucir aún más joven de lo que era.

Solo por complacerse a sí mismo, se atrevió a enroscar uno de los bonitos bucles alrededor de su dedo índice, despertando con el toque la deliciosa fragancia perteneciente al acondicionar con el que había tratado aquellos cabellos la noche anterior durante su baño.

Will no reaccionó, demasiado ocupado en su libro y confiado de que Hannibal solamente le estaba acariciando, como tantas veces lo había hecho antes. El mayor parecía tener una fijación con sus rizos.

—Tu cabello ha crecido bastante. — le informó al menor, quien simplemente se encogió de hombros.

—Sí, se vuelve un poco molesto.

Sí, era verdad.

Aunque era un cabello hermoso, Hannibal había presenciado la forma en que Will solía luchar contra sus rizos rebeldes con el único fin de apaciguarlos. Pero él tenía la solución.

—Puedo cortarlo por ti. — ofreció, liberando por fin su dedo.

La simple propuesta provocó que el cuerpo del menor se estremeciera, y ante su incredulidad, Graham reaccionó llevando ambas manos a cubrir sus orejas, como si la mención de un corte estuviera atentando contra ellas.

—No. — respondió casi instintivamente.

Hannibal parpadeó lentamente, tratando de digerir aquella respuesta negativa.

—Seré cuidadoso, no tocaré tus orejas.

Pero la explicación no pareció calmar a Will, quien de forma avergonzada rehuyó de la mirada de su pareja, fijando su vista en algún punto distante del suelo. Notó como el menor apretaba aún más sus orejas por debajo de su toque, temeroso de que algo pudiera pasarles si aceptaba.

El doctor cruzó una de sus piernas por encima de la otra, esperando pacientemente a que el jovencito frente a sus ojos fuera razonable y le diera una explicación más elaborada del porqué no quería cortar su cabello. Por supuesto que Will no lo hizo, así que tuvo que presionar un poco.

—¿Hay motivo por el cual piensas que voy a lastimarte?

Observó el cuerpo del contrario encogerse con duda, en realidad no quería jugar aquella carta, pero era tal vez la única forma de hacer reaccionar al menor.

—No. — le escuchó responder después de un momento, liberando sus orejas las cuales permanecieron bajas y pegadas a su cabeza.

Fue entonces que el doctor estiró una de sus manos en dirección al chico, ofreciéndola para que la tomara. Will lo hizo al instante, y una vez que el agarre fue seguro, Hannibal le obligó a tomar asiento encima de él, con cada pierna a uno de sus costados.

Solo entonces, el híbrido escondió su rostro contra el cuello del mayor, buscando su calidez y su aroma para tratar de relajarse. Para darle una ayuda extra, Hannibal tocó la base de su oreja izquierda y la apretó con suavidad, como solía hacerlo cada vez que despertaba. Will suspiró, bajando la guardia.

—Son sensibles. Muy sensibles.

La respuesta hizo que Hannibal asintiera con entendimiento, bajando una de sus manos para poder acariciar de arriba abajo su espalda, dándole contención.

—Todo estará bien, seré cuidadoso.

Will, quien aún no estaba del todo convencido, se separó lo suficiente como para establecer contacto visual con el mayor. Sus labios fruncidos y abultados en un adorable puchero involuntario se le antojaron deliciosos. ¿Sería consciente de lo tentador que se veía?

Golden Days | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora