Cerrando el archivo sobre su regazo, Hannibal suspiró con cansancio ante la información que se encontraba dentro del mismo. Era del padre de Will, aquel que había encontrado gracias a un agente contratado por él en los días anteriores, el mismo que le había entregado la imagen de su madre.
Sabía lo delicada que era la información, y también sabía que Graham conocía el hecho de que él la guardaba. Hasta ahora no había hecho preguntas, estaba claro que no le interesaba conocer el paradero de su progenitor.
Lecter cruzó una pierna encima de la otra, desabotonando el saco azul marino que llevaba encima y el cual comenzaba a sentirse extrañamente fastidioso. Frente a la chimenea, observaba con atención la forma en que Will pasaba tranquilamente las páginas del libro que estaba leyendo: Jane Eyre.
La sonrisa en su rostro creció al notar el brillo metálico que relucía en el cuello de su acompañante, pues aquel relicario que llevaba su nombre reflejaba la cálida luz proveniente del fuego frente a ellos. Después, notó como Will tomó el cuello de su camisa a cuadros, ondeándola un poco, buscando refrescarse. Aquello sin duda atrajo toda su atención, pues no había forma de que el chico pudiera sentir calor en este momento; era uno de los inviernos más fríos en Baltimore, y la chimenea estaba a tan solo unos metros de ellos. Si Will tenía calor, es muy probable que estuviera a punto de ser víctima de la fiebre de alguna enfermedad invernal.
—Will, ¿qué sucede? — decidió interrumpir su cómodo silencio cuando fue consciente de las mejillas sonrojadas del menor.
—Nada, solo tengo un poco de calor.
Un poco de calor, sí, claro.
Se acercó a él en silencio, hasta el suelo alfombrado de la habitación donde el chico se encontraba sentado. Arrodillado frente a su cuerpo, Hannibal le tomó la temperatura juntando ambas frentes, sintiendo casi al instante la calidez anormal que rodeaba a su acompañante.
—Muy bien, irás a la cama.
Definió sin más remedio, levantándose con un elegante movimiento para después extender su brazo en dirección al castaño, esperando pacientemente por él para que le tomara y pudiera acompañarle a su lecho.
Por supuesto que Will le siguió con un gesto molesto, pero al parecer el chico no se encontraba tan bien como había querido hacerle creer, pues no refunfuñó ni arremetió en su contra, simplemente le siguió por el pasillo haciendo uso de sus muletas.
———
Enfundado en un pijama cómodo, aseado y con un paño frío sobre su frente, Graham observa con grandes ojos azules la forma en que Hannibal acomoda las muletas al lado de su cama, antes de sentarse en la orilla de la mullida superficie para acariciar una de sus mejillas con cariño. Siempre que lo mira, Hannibal le mira de regreso, con ese deseo y cariño oculto detrás de sus ojos oscuros.
—¿Por qué te has guardado para ti mismo el hecho de que no te sientes bien?
Will sabe exactamente por qué, pero no se atreve a pronunciarlo en voz alta.
—Para mañana estaré mejor.
Miente, porque aún no es capaz de enfrentar lo que va a suceder. Es demasiado vergonzoso, incluso a pesar de que se trata de su propia naturaleza.
Hannibal decide no insistir, en cambio, besa las sienes del muchacho y le pide que trate de descansar. Le recuerda que el descanso favorece la mejora, y alguien como él necesita mejorar mucho. Su pie, y ahora el resfriado.
Esa noche, mientras Lecter duerme, no es capaz de reconocer la fiebre delirante que consume a Will, quien, a pesar de estar dormido, se frota calurosamente contra las sábanas mientras es víctima del inicio de un ciclo de celo.
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Golden Days | Hannigram
FanfictionSolo se necesitaba la presencia de un híbrido para cambiar por completo la estructurada rutina del doctor Hannibal Lecter. Sería imposible tener un día de perros con la presencia de aquel Mudi a su lado. -Creo que tus orejas son preciosas. Son parte...