Prueba

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Después del incidente en la puerta, las cosas habían estado tranquilas.

Hannibal llegaba a la hora de siempre, Will lo esperaba desde su lugar en la ventana; Hannibal preparaba la cena, Will preguntaba sobre su día; Hannibal besaba la frente de Will en el momento más inoportuno, y Will le correspondía robándole un beso en los labios.

Sí, todo estaba tranquilo.

—Entonces, ese hombre,

—Entonces, ese hombre, nuestro vecino...

—Sam. — concedió Will, colocando su vaso de agua encima de la mesa.

—Sam, correcto. ¿Le devolviste la taza? — cuestionó Hannibal, observando con genuino interés las verduras que salteaba en salsa de soya y miel.

El menor tarareó a modo de respuesta, indicándole que efectivamente lo había hecho.

—Y debo suponer que el uso de tu gorro y tu abrigo no levantó sospechas. — continuó hablando el mayor, añadiendo tiras de filete a la mezcla de verduras que se cocían dentro del wok.

—Supones bien. Es un disfraz muy bueno. — respondió Will con una sonrisita sarcástica.

—Por ahora, cuando el invierno termine, tendremos que buscar algo más.

Cuando el invierno termine...

Aquello sin duda le había caído como un balde de agua fría. Un pequeño recordatorio de que su relación con Hannibal no era momentánea, era para siempre.

Si bien la idea de pasar su vida a lado de Lecter no le desagradaba, Will jamás pensó en el cómo se las arreglarían para hacer funcionar su relación. Él era un híbrido, seres despreciados por los humanos. Hannibal era un humano, convivía con humanos, trabajaba con ellos, eventualmente tendrían que recibir uno en su casa, y entonces, ¿qué harían para ocultarlo a él?

Porque eso era otro problema, Will no quería permanecer oculto.

Empezó a agobiarse con sus propios pensamientos, imaginando los peores escenarios que podrían desatar esta unión; Hannibal aburriéndose de él y dejándole por alguien más; algún humano descubriendo de su existencia y entregándolo a las autoridades; alguien lastimando a Hannibal solo para llegar a él; la muerte de ambos...

Sí bien Will no le temía a la muerte, no podía decir lo mismo si es que se trataba de Lecter.

No soportaría que algo le pasara al mayor por su culpa; perderlo era inimaginable, si algo le sucediera a él, Will no se lo perdonaría jamás. No podía pasar por otro abandono, simplemente no podía, no lo sobreviviría... pero de nuevo, estaba siendo paranoico.

De hecho, notó, estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Cuando se percató de que había dejado de respirar fue en el momento en que su pareja le sostuvo del rostro y le obligó a seguir un ejercicio de respiraciones lentas, con el cual ya habían trabajado antes, cuando era presa de los ataques de pánico debido a las pesadillas.

Hannibal inhaló y Will inhaló con él, sostuvieron el aire durante unos segundos, y después soltaron a través de la boca. Esto se repitió unas cinco veces. No sintió que sus pulmones retuvieran el aire hasta la sexta respiración.

—Will, todo está bien. Estoy contigo, estás en casa, estás seguro. — las aseguraciones solían ayudar, por lo que trató de repetirlas.

—Estoy en casa... — murmuró, percatándose de que sus manos transpiraban y su pecho se movía de manera irregular. Su corazón latía rápido, su cabeza dolía y sentía unas inexplicables ganas de desaparecer en ese mismo instante.

Golden Days | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora