Nacimiento

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Will giró su cuerpo en medio de un profundo sueño, provocando que los complejos rizos castaños cayeran sobre su cara y que la camiseta que vestía se alzara lo suficiente como para mostrar el inicio de su abdomen. Hannibal se tentó con la imagen de aquella piel tersa invitándolo a ser mordida.

También pensó que era una pena que Graham hubiese dormido con sus boxers azules de algodón, de lo contrario, podría haber despertado al híbrido con un buen sexo oral esa mañana. Claro que podría hacerlo, pero al quitarle la ropa el joven despertaría y arruinaría el factor sorpresa.

Quizás después.

Año Nuevo se acercaba, y con ello, el inicio de un año en el que ahora Will estaría presente en cada día, mes y estación de su vida por el resto de sus días. Fascinante.

El resto de su vida no sonaba como mucho tiempo cuando se trataba de Graham.

Había cosas que aún quería mostrarle, otras tantas que debía enseñarle, y cientos de caricias y besos que debía compartirle, y tenía toda una vida para hacerlo. Decir que estaba emocionado era poco, se sentía extasiado al saber que había encontrado un digno compañero para compartir su tiempo.

Bueno, aún faltaba pasar la prueba para demostrarle que era el indicado, que se adaptaría a esta compleja vida suya, pero Hannibal tenía una corazonada.

—¿Hann?

La voz adormilada de su acompañante le hizo reaccionar, sacándolo por fin de sus pensamientos.

—Cariño. — concedió, acercándose a acariciar una de sus orejas. Will correspondió moviendo su cola de manera alegre. Tierno.

—¿Qué haces despierto tan temprano? — logró entender aquella pregunta a mitad de un bostezo. Lecter río solo por la nariz.

—Son las siete con treinta, cariño. Ya no es temprano.

Lo vio asentir, aun con el pesar de un sueño apacible, antes de girarse nuevamente para poder ocultar su rostro en su amplio pecho. Se frotó contra él, buscando que le sujetara y le compartiera un poco de su calor corporal. La calefacción estaba encendida, pero Will era particularmente friolento. Hannibal le complació, sujetándolo cerca.

—No vayas a trabajar hoy. Quédate conmigo. — la petición le sorprendió repentinamente, pues casi siempre era Will el que interrumpía sus sesiones de besos apasionados y caricias por debajo de las sábanas para recordarle que debía asistir a sus pacientes.

Con gran tranquilidad, Lecter contestó:

—Hoy es sábado, cariño.

Will gimió con satisfacción.

———

Al no tener que ir a trabajar, Hannibal pensó en hacer algo elaborado para el desayuno.

Claro que lo que quería no siempre era lo que terminaba haciendo, y últimamente había tenido que aprender a ceder ante las caprichosas peticiones de su pareja.

—Pan francés.

El doctor parpadeó con confusión, sin saber exactamente donde es que Graham había aprendido sobre el pan francés como desayuno.

—Lo vi en una película, quiero probarlo. — Oh, así que era eso.

Él tenía todos los ingredientes para preparar un buen pan francés, y aunque no era una receta que requiriera de mucho, él se encargaría de elevarla hasta lograr convertirla en un platillo lleno de complejos pero deliciosos sabores.

Fue así como, dentro de su santuario, y con Will frente a él viéndole manipular los utensilios de cocina y sus insumos, la magia inició.

Ralló un poco de nuez moscada y avellana en un recipiente de vidrio lo suficientemente hondo. A este le agregó otro tanto de ralladura de naranja y mandarina, junto a una taza de crema, solo para después incorporar un poco de vainilla y azúcar sin refinar. Finalmente, una pizca de sal, y un par de huevos.

Golden Days | HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora