Capítulo 12

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Esa mañana fue muy diferente para Jimin. Al despertarse, pensó que lo que había pasado el día anterior había sido una pesadilla, pero no lo era.

Bostezó y se estiró en el sofá, pero soltó un quejido por el dolor de espalda que le había dejado dormir ahí. Toda la noche estuvo despertándose, por los disparos que se oían a lo lejos y por lo incomodidad del sofá.

Agradecía que hoy fuera sábado y pudiera pasarse el día durmiendo. Agarró su móvil para ver los mensajes que le habían dejado sus amigos. Ayer solo les envió un "estoy bien", pero ellos siguieron preguntando sobre su ubicación y qué le había pasado. Sin embargo, el rubio ignoró esos mensajes porque no le apetecía hablar con ellos.

Por un lado, sentía que estaba exagerando, era obvio que no podrían ayudarle. Muchos habrían huido por su propio bien.

Jungkook lo ayudó porque conocía bien esos barrios, la gente le tenía miedo por su padre.

Así que, quitando drama al asunto, respondió a los mensajes diciendo que había escapado y que estaba en su casa. El lunes ya inventaría una excusa de cómo escapó.

Sí, solo estoy exagerando.

Pensó, con la mirada fija en el suelo. Cualquiera habría huido, se repetía a sí mismo. Muy en el fondo, se aferraba a esas ideas, intentando convencerse de que realmente no lo habían dejado a su suerte porque querían, sino porque no les quedó otra opción.

¿Verdad?

Se aferraba a esas ideas porque no quería aceptar la realidad.

Pasaron unos minutos mientras se mantenía sentado en el sofá esperando a Jungkook. Pero empezó a desesperarse cuando el tiempo pasaba y no aparecía. Su madre le había dicho que estuviera en casa a las once de la mañana.

Eran las diez y media de la mañana. Y la distancia entre la casa de Jungkook y Jimin era de casi media hora.

¿Tendría que ir a despertarlo?

Con un suspiro decidido, se levantó y fue directo a la habitación de Jungkook. Tocó la puerta suavemente, pero al pasar unos minutos empezó a insistir.

—¿Jungkook? —llamó mientras seguía golpeando la puerta.

Entonces escuchó unos pasos acercándose, se apartó un poco de la puerta, esperando impaciente. Pero al momento se arrepintió de haber ido a buscarle.

—¡¿Qué?! —preguntó con la voz ronca por el sueño.

Pero eso fue lo de menos, lo que dejó sin palabras al rubio fue la vista que tenía frente a él. Jungkook no llevaba camiseta, solo unos pantalones de chándal grises. Jimin, sin darse cuenta, se quedó observando los abdominales perfectos, el pecho bien formado y la piel cubierta de tatuajes, aunque algunas partes estaban libres de ellos.

Entonces, sintió una mano que le agarraba del mentón con delicadeza para levantar su mirada.

—Estoy aquí, rubito —dijo el azabache en un tono suave pero con picardía.

Jimin se puso rojo de vergüenza, carraspeó y miró a los ojos de Jungkook con las mejillas ardiendo.

—Perdón por interrumpir tu sueño, pero tengo que irme a casa.

—Pues vete —dijo encogiéndose de hombros.

—Me iría, pero anoche hubo una masacre y tengo miedo de encontrarme con algo peligroso —puso sus mejores ojos de cachorro— por favor.

Jungkook no pudo negarse. Pues lo comprendía.

—De acuerdo —le cerró la puerta en la cara para ir a cambiarse.

El hijo de un asesino ● KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora