Capítulo 33

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Jungkook se levantó esa mañana más agotado que nunca. Habían sido días difíciles. Las noches las pasaba en vela, tratando de ponerse al día con los estudios y entregando las tareas atrasadas. Durante el día, después de volver del instituto, toda su atención se centraba en su madre. Se sentaba junto a ella, hablándole con cariño, recordándole las pocas cosas buenas que había hecho en el pasado, esperando que esos recuerdos la sacaran del abismo en el que parecía haberse hundido. Pero ella apenas respondía, sus ojos vacíos revelaban una desconexión que se hacía cada vez más profunda. 

Sabía que su madre había sido despedida hacía tiempo, por no cumplir con sus horarios laborales. Jungkook había intentado encontrarle un nuevo empleo, pero los trabajos estaban ya ocupados o requerían estudios que ella no tenía. Así que, a su corta edad, él había asumido todas las responsabilidades: hacía la compra, cocinaba las comidas, y, a pesar de todo, se esforzaba por no repetir el grado en el instituto. Antes, su vida no era fácil, pero al menos contaba con la ayuda de su hermana pequeña, quien siempre le ayudaba en lo que podía. Su madre solía encargarse de la compra y, aunque las cosas no eran perfectas, al menos había un equilibrio. Ahora, su madre apenas salía de la cama, pasaba los días encerrada en su cuarto, sumida en un silencio que hacía eco en cada rincón de la casa. Ya no había discusiones ni intercambios, solo una calma abrumadora que asfixiaba a Jungkook.

Si no fuera por su tía, quien se había encargado de dejarles bastante dinero para hacer la compra, no sabía cómo estarían. 

¿Qué más podía hacer? 

Se preguntaba esto cada vez con mayor desesperación. Pensó en llevarla a un especialista, alguien que pudiera ayudarla a salir de ese estado, pero sabía perfectamente que su madre se negaría. No pondría de su parte, se cerraría en banda como lo había hecho con todo lo demás. Esa tarde, mientras el viento soplaba con más fuerza de lo habitual, recibió un mensaje de Min, quien le pedía que se reunieran. Jungkook suspiró, guardando el móvil en el bolsillo de su cazadora. Caminó hacia el cuarto de su madre, donde ella, como siempre, estaba tumbada en la cama.

—Me tengo que ir —dijo despacio, tratando de no sobresaltarla.

Su madre abrió los ojos lentamente y asintió sin darle demasiada importancia.

—No tardaré —agregó, forzando una sonrisa que ella apenas notó. Sin embargo, sintió un leve apretón en la muñeca cuando se disponía a salir.

Jungkook se giró de inmediato, esperanzado de que su madre quisiera decirle algo más.

—Hijo —murmuró ella, soltándolo con suavidad—, antes, tuve un sueño.

—¿Qué pasaba en ese sueño? —preguntó él con interés, sentándose a su lado.

Su madre lo miró a los ojos. Había un brillo de nostalgia en su mirada, como si ese sueño le hubiera devuelto una parte de sí misma.

—Parecía tan real —dijo en voz baja—. Estábamos tú y yo, junto a un río... eras tan pequeño. Las vistas eran hermosas —esbozó una pequeña sonrisa, la primera en tanto tiempo.

Jungkook sintió un nudo en la garganta. ¿Desde cuándo no veía a su madre sonreír así? 

—Es real —respondió él, con una sonrisa que reflejaba tanto alegría como dolor—. Eso pasó hace muchos años, ¿lo recuerdas?

—Sí... tengo imágenes difusas, pero puedo recordar algunas cosas —su sonrisa se amplió un poco más—. Me acuerdo de un día en el que caíste al río, y yo también por intentar sacarte.

Jungkook soltó una gran carcajada al recordar aquel día, y su madre lo acompañó. Ambos comenzaron a reír, compartiendo un momento lindo.

—También recuerdo cómo te comías todos los pastelitos que hacía —sus ojos brillaron al evocar la imagen—. Apenas me dejabas alguno.

El hijo de un asesino ● KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora