Galletas de Chocolate

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Después del colegio siempre me quedaba en casa de mi vecina, la Sra. Smith. Ella era muy amable, y siempre me daba galletas de chocolate. Mi madre salía del trabajo una hora después de que yo saliera del colegio, así que le pedía a la Sra. Smith que me cuidara durante esa hora. Justo a las 2 de la tarde mi madre llegaba y tocaba el claxon, yo salía y la recibía con un abrazo y un beso, ella le daba las gracias a la Sra. Smith y nos íbamos a casa.

Aquel día todo iba como siempre. Llegué a casa de la Sra. Smith y... me recibió un chico joven, muy amable y muy sonriente. Él me dijo que la Sra. Smith había salido a por un recado, pero que podía esperarla en el salón. Dijo que él era su nieto que estaba de visita en la ciudad, yo entré y el ambiente era muy acogedor, el olor a galletas con canela era delicioso y estaba por toda la casa.

"Oye... ¿Quieres una galleta?"

Dijo el joven ofreciéndome la bandeja.

"Pero ten cuidado, están bastante calientes porque las acabo de sacar del horno..."

Él no dejaba de sonreír, así que cogí una de las galletas con mucho gusto. Sabía un poco diferente, pues obviamente no las había horneado la Sra. Smith, pero igualmente estaban deliciosas. Encendí la televisión y puse dibujos animados, estaban echando los Looney Toons en el episodio donde Bugs Bunny hace una parodia de una ópera cortándole el pelo a Elmer Gruñón. De pronto escuché una voz desde la cocina, era de nuevo el nieto de la Sra. Smith.

"Perdona, chiquitín ¿Puedes venir un momento?"

"¡Claro!"

Dije, entusiasmado.

Supuse que me iba a dar otra galleta, así que me levanté del sofá. Estaba a punto de cruzar la puerta de la cocina cuando escuché un ruido inconfundible: el claxon de mamá. Había salido temprano del trabajo, así que antes de entrar a la cocina desvié mi camino y salí a recibirla corriendo, vi a mi madre arreglándose el maquillaje en el espejo del coche y seguí corriendo hasta llegar a ella y abrazarla. En ese momento el nieto de la Sra. Smith se asomó por la puerta de la casa y saludó:

Hola!"

Dijo con una gran sonrisa.

Mi madre le miró, pero no dijo nada, solo me dijo que subiera al coche repetidas veces, y antes de que yo pudiera decir algo, ella también subió, encendió rápidamente el coche y aceleró. Su cara estaba muy pálida como nunca antes había visto. De camino a casa hizo una llamada en su teléfono, estaba preocupada, pero no logré entender por qué, y tampoco supe a quién había llamado. En los días siguientes mi madre y los vecinos se comportaron de una manera sumamente extraña conmigo y por alguna razón nunca más volví a quedarme con la Sra. Smith, de hecho, nunca más volvimos a su casa ni volví a saber nada de ella.

En aquel entonces yo solo tenía 7 años, pero ahora que soy un adulto logré tener el valor de preguntarle a mi madre sobre aquel evento tan extraño de mi infancia. Ella palideció al escuchar mi pregunta, no lloró pero casi estoy seguro que estaba a punto de hacerlo. Ella me lo explicó con lágrimas en los ojos y con la voz entrecortada, y entonces todo tuvo sentido para mí... aunque ahora hubiera preferido no saberlo nunca.

Aquella tarde mi madre había llamado a la policía, pues la Sra. Smith no tenía ningún nieto, el hombre que estaba en su casa se llamaba Aarón Levanta, y era un enfermo mental con tendencias a la antropofagia, básicamente canibalismo. No lo hubiera creído de no ser por todos los artículos y periódicos que me enseñó mi madre al respecto, él había asesinado cruelmente a la Sra. Smith, la había partido en pedazos y la había cocinado de diferentes formas, incluso había hecho galletas preparadas con sangre y harina.

Lo peor de aquel día no solo fue el hecho de estar enfrente de un asesino, tampoco por haber comido una galleta hecha con los restos muertos de la mujer que me cuidaba, lo que más me hace estremecer es el hecho de que aquel hombre estaba a punto de matarme a mí también. Estaba esperándome con un hacha en la cocina de aquella casa, y lo hubiera logrado si mi madre no hubiera salido antes del trabajo y no hubiera venido a recogerme antes de tiempo.

Por obra y gracia del destino sigo aquí, aquella duda no me dejó dormir durante años. Pasé toda mi infancia tratando de entender qué había pasado, y ahora que lo sé duermo mucho menos.

Historias Para No Dormir 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora