La Luz De Las Luciérnagas

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Cuando vi a Cristian entrar por primera vez a la habitación supe que seríamos buenos amigos. Parecía un buen chico, y estaba algo asustado, supongo que así es el primer momento cuando te internan en un psiquiátrico. Y este, precisamente, no era el más agradable de todos los sanatorios mentales. El manicomio Alonso De Salazar no tenía muy buena reputación en España por el trato que recibían algunos pacientes, ya que era de los pocos psiquiátricos que aún conservaba la terapia del electroshock, los baños de agua hirviendo y demás métodos un tanto inhumanos. Sí, este sitio es un infierno. Los enfermeros dejaron a Cristian en un rincón de la habitación y salieron del cuarto, yo me acerqué a él inmediatamente, era mi nuevo compañero de habitación y debía hablarle para hacerle sentir cómodo y en confianza:

"Hola, eres nuevo aquí, ¿Verdad? Sí, lo sé, tienes esa mirada confusa y perdida de todos cuando llegan aquí por primera vez. No te preocupes, este lugar no es tan malo como parece..."

Le dije, pero él no contestó, solo agachó la mirada tímidamente y se quedó mirando al suelo, como si tratara de aquietar su mente:

"Tranquilo, sé que estás asustado, es normal que lo estés, yo también lo estuve, pero no debes preocuparte, estas personas son profesionales y solo tratan de ayudarnos, ¿Cómo te llamas? ¿Por qué estás aquí?"

"Me llamo Cristian...''

Respondió titubeante, casi susurrando:

"¡Anda! ¡Puedes hablar! Comenzaba a pensar que eras mudo o algo así, dime Cristian ¿Cómo de loco estás?"

El me miró por unos momentos y levantó un poco los hombros:

"Todavía no me han diagnosticado, tengo dos hermanos mayores y dicen que soy agresivo, que tengo brotes de ira, que alucino y que digo incoherencias... Creen que soy un asesino en potencia, pero yo no me doy cuenta, yo nunca haría daño a nadie, pero ellos creen que soy incompetente mentalmente o algo así, con permiso de un juez me llevaron aquí para evaluarme... Desde que mi madre murió, yo me he hecho cargo de la granja, pero ellos creen que ya no soy capaz de administrarla debido a mi estado mental..."

Después de terminar de hablar, Cristian se acostó lentamente sobre el suelo acolchonado de aquella habitación blanca, colocándose en posición fetal y cerrando los ojos tratando de tranquilizarse o, tal vez, para intentar acallar las voces que taladraban su cabeza.

Pese a lo que dijo yo no sentí miedo, al contrario, más bien sentí lástima por él, parecía un buen sujeto y se notaba que estaba triste:

"¿Y tú cómo te llamas y por qué estás aquí?"

Me preguntó desde el suelo y con una voz ahora más tranquila:

"No sé cómo llegué aquí..."

Le dije:

"Tengo amnesia, así que no sé quién soy, no recuerdo si tengo familia o amigos, tampoco recuerdo mi edad, ni siquiera mi propio nombre... Pero, oye, tengo una sonrisa en la cara, y eso es más que suficiente ¿No crees? Además, sinceramente no me interesa mucho saber de mi pasado, después de todo estoy en un maldito manicomio, así que seguramente mi vida ya era una mierda mucho antes de llegar aquí"

Con un poco más de confianza en su cara, Cristian se levantó lentamente y se sentó en el suelo, claro, no había otro lado dónde sentarse, pues este tipo de habitaciones siempre están vacías.

Le pregunté sobre su vida, y él comenzó a hablar, hablamos y hablamos durante horas, yo no tenía mucho que contar, pero Cristian tenía historias fascinantes sobre su vida. Me contó cómo su padre les abandonó cuando él y sus hermanos eran niños pequeños, y como su madre les había sacado adelante trabajando muy duro en su granja de pollos, que pasaría a convertirse en un negocio millonario en la época de los 70, con más de 20 granjas en toda Europa. Historias algo tristes, otras muy divertidas e inspiradoras sobre la vida de un hombre muy amable y generoso, pero desafortunado al mismo tiempo.

Historias Para No Dormir 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora