Noche de soledad oscurecida y brillantes estrellas. Un inmenso pasillo se deslizaba hasta una puerta entreabierta. Calles solitarias. Eran las 00:00 de la noche y un reloj de pared anunciaba sus últimas horas y, más abajo, un par de guantes de cuero color negro cubrían un par de manos dispuestas a todo.
La desconocida sombra se aproxima silenciosamente. Abrigo extremadamente largo y oscuro, un extraño sombrero y un par de zapatos grises resplandecían en lo oscuro, eran muy nuevos. Un reflejo tomaba forma en las oscuras sombras, se vio, se excitó.
"Tan solo soy uno más del montón"
Imaginó. Su cara deprimida carecía de amabilidad y sentimientos, falta de expresiones, falta de vida. Simulaba ser usado por un demonio, una especie de demonio que conocía su pasado y lo utilizaba para su propósito.
Pensamientos libres y oscuros escapaban y tomaban control en su cabeza, ¿Cómo terminará esta noche? Su boca estaba completamente seca, los dedos de sus manos temblaban de emociones. Deslizó una mano por su costado para cerciorarse que llevará su cosa favorita en el mundo, un corto cuchillo ruso de muy peligroso y temido filo.
"Ya es su hora, debe estar muerto, tengo que asesinar"
Su único placer era perforar con su juguete la piel, de deslizarlo, de ver la sangre ser expulsada a chorros ¡Ya es inevitable!
Se deslizó nuevamente hacía aquella extraña puerta y observó las estrellas brillar en el oscuro cielo. Sabía que no habría tormentas esa noche de primavera, preciosa noche para actuar. Sus pasos se hacían resonar en el pasillo cercano a la puerta, cerró sus ojos y respiro lentamente, para mañana el mundo llorará sangre por tal tremendo horror. Le encantaba dicha frase. Y una risa algo demoníaca y exagerada lo alentó a seguir.
Ya eran las 00:30.
Un pequeño viento barría las hojas de un solitario parque. Un par de bancos y uno que otro columpio roto llenaban el lugar, y muchos arbustos y árboles daban señal de que no se podía alertar a nadie. Se suponía que estaría allí, algo le decía que habría acción en unos pocos minutos. Sentía libertad, vida. Sentía una vida acabada y una nueva a punto de comenzar. Claro que quería sentir ese placer, debía darle de comer a su demonio. Volvió a tocar su cuchillo para asegurarse de que siguiera ahí y sentirse más seguro, para alentar su motivación. No podía pensar, solo veía esa muerte, esa muerte que lo llenaría de placer.
Se escondió en un silencioso jardín de flores y arbustos que no delataba dicha posición del asesino. Larga espera pero al fin llegó. Un puñado de cuervos se lanzó a vuelo y una inocente víctima emergía de las oscuras sombras. Flaca y extensa, de unos veinte tantos años, la misma edad de la hija del asesino. Cabello castaño claro, se abalanzaba sobre sus hombros y cintura. Encima una chaqueta blanca y unos pantalones rosa que lograban evadir el frío. Con una mano su teléfono, y en la otra un delgado cigarrillo que de apoco entraba en unos gruesos labios pintados color rojo escarlata. Sin duda una mujer indefensa y débil, muy hermosa, llena de vida, aunque con todo eso no dejaba de ser la víctima.
Soltando aire lentamente de sus pulmones y caminando a la par de la chica. Ella no lo notó, lo único que alcanzó a sentir fue el sabor del cuero en su lengua y el cuchillo apoyado en su cuello.
"Créeme, me aseguraré que no te duela en absoluto"
Susurró una voz masculina y gruesa. La mujer, paralizada, intentó ver el rostro del asesino, el asesino esquivando su mirada le impidió hacerlo, se mantuvo firmemente. Deslizó el corto cuchillo de la garganta hasta el pecho, bajó la cremallera de la chaqueta y cortó lentamente de a poco los botones de una blusa azul. Un sostén amarillo cubrió unos deliciosos y provocadores senos, la chica trató por todos los medios de que la soltara. No consiguió nada de lo esperado. El asesino le apretó fuertemente la boca, no quería acabar con esto tan rápido, solo le tapó la boca para evitar gritos de aviso, dejaba que tome sus últimas porciones de aire por la nariz.
La desesperación y los intentos frustrantes por liberarse incitaban y excitaban más al asesino. Se daba a notar los ojos llorosos y frustrados de la mujer, ella intentaba forzar su vida para no ser asesinada. Pensó que la violaría y luego la asesinaría, pero el hombre solo haría su última jugada, no le interesaba la jugosa carne y deliciosa sangre de esa chica. El hombre empuñó su cuchillo y dejó que la punta atravesara el pecho de la bella dama. Enseguida y sin apuros, una gota oscura de sangre brotaba de su pecho, deslizando el cuchillo hacía sus senos observó como la blusa cambiaba de color.
Excitante placer.
La chica lanzó el cigarrillo por los aires y trató de defenderse. Levantando su mano logró por completo arañarle todo el rostro al asesino. Eso lo excitó aún más. El asesino dio una vuelta y al tener de frente a la chica la golpeó de tal manera que la dejo tirada en el frió suelo cubierto de hierba. La chica intentó escaparse a gatas y al ver que el asesino la seguía de cerca lanzó una patada que dio justo en el rostro. Rápidamente tomó su pierna y la llevó hacía él, se abalanzó sobre la chica y tapó su cuerpo con sus brazos y piernas. Gritos se ahogaban en el cuero y en la noche, pero el filoso cuchillo se unió al espectáculo insertándose nuevamente al pecho de la mujer y así manchando el abrigo y uno de los zapatos del asesino de sangre espesa y roja. La chica se rindió y cayó ya sin vida mientras el hombre deslizaba el cuchillo, sin agitarlo, hacía el abdomen de la chica, el cartílago del esternón se desgarró y soltó las costillas para que se abriera la caja torácica.
Gotas de sangre se desprendían de la nariz y ojos del asesino provocadas por aquella patada en la cara, vio cómo ya decaía un rostro con los ojos apagados y en la oscura noche sin vida. Pasó sus manos por el pecho descubierto de la chica y respiró. Se levantó lleno de energía y más vivo que nunca. El demonio en su interior ya estaba satisfecho con su gran trabajo.
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Historias Para No Dormir 6
TerrorCon el paso de los años, las historias de miedo crearon arquetipos y forjaron un lenguaje narrativo común que desembocó en la auténtica edad de oro del género que fue el siglo XIX. Tuvieron que llegar grandes maestros como H. P. Lovecraft o Edgar Al...