Capítulo II. Traición

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El emperador se detuvo frente a la consorte y la princesa.

—Majestad, es un honor saludarlo —dijo Duan con amabilidad, manteniendo su mirada baja.

Al ver a su amada consorte imperial, Jiajing sonrió ampliamente y luego dirigió su mirada hacia su hija. Meixiang levantó su mirada ligeramente y le devolvió la sonrisa.

—Me alegra tanto verlo, majestad. Su presencia ha alegrado mi día —dijo Meixiang, enderezándose y levantando la mirada.

—No, hija mía, es al revés. Tu alegraste mi día con tu presencia —Jiajing dio un paso hacia adelante y delicadamente tomó la barbilla de su hija, observando con detalle su rostro.

—Mírate, has crecido tanto. Cada día te pareces más a tu madre —agregó Jiajing, lleno de admiración y amor hacia su amada hija.

Jiajing tenía otras hijas con sus demás consortes y concubinas, pero Meixiang era la luz de sus ojos, su primera hija, la que tuvo con su gran amor, su amada consorte Duan. La amaba más que al resto por el simple hecho de que se parecía a su madre.

—Majestad, creí que estaría ocupado con su partida de mañana hacia la invasión. ¿Qué hace aquí? —preguntó Duan con curiosidad.

—Oh, el jefe eunuco me informó que hubo algunos disturbios en el harén —contestó Jiajing con tono serio. Quiero dejar todo en orden en mi harén antes de partir hacia la invasión.

Las concubinas y doncellas presentes intercambiaron miradas nerviosas y temerosas. Temían que el emperador las castigara por los disturbios recientes.
Meixiang sonrió ligeramente y tomó las manos de su padre entre las suyas.

—No se preocupe, majestad. Cualquier problema que haya en el harén, personalmente me encargaré de ello. No le tome importancia a este tipo de cosas —comentó Meixiang con tono amable y firme.

Jiajing sonrió ligeramente y con orgullo al escuchar a su hija.

—En ese caso, me voy tranquilo al saber que dejaré mi harén en buenas manos —dijo Jiajing entre risas.

—Majestad, me honraría si esta noche aceptara tomar el té conmigo. Me gustaría hablar con usted sobre un tema muy importante —solicitó Meixiang con respeto y un toque de timidez, pues el sonrojo en sus mejillas la delató.

—Mi querida Meixiang —Jiajing acarició la mejilla de su hija — me encantaría poder ir, pero tengo un compromiso esta noche —comentó Jiajing, mirando de reojo a la consorte Duan, quien bajó la mirada y sonrió ligeramente.

Meixiang no pasó por alto ese gesto, por lo que volteó a ver a su madre por encima del hombro con curiosidad. Después de unos segundos, regresó su mirada hacia su madre y le dedicó una sonrisa más amplia.

𝐂𝐡𝐢𝐧𝐞𝐬𝐞 𝐒𝐧𝐚𝐤𝐞 (Ș𝐞𝐡𝐳𝐚𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐬𝐭𝐚𝐟𝐚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora