Parte XII

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—¿Puede moverse, alteza? —preguntó Mustafa, sacando a Mei Xiang de sus pensamientos. Pero ella seguía tan desorientada que ni siquiera podía moverse ni articular una sola palabra.

Con cuidado, Mustafa rodeó fuertemente su cintura dentro del agua y colocó uno de los brazos de Mei Xiang alrededor de su cuello, mientras que Mei Xiang, con un gesto de temor, aferró el otro a su hombro.No quería que la soltara; tenía miedo, así que sin reproches, permitió que Mustafa la llevara a la orilla del río. Durante el corto trayecto, Mei Xiang observaba fijamente a Mustafa, capturando cada rasgo de su rostro: su nariz, las gotas de agua que caían de su cabello y se deslizaban por su rostro, su mandíbula y el brillo en sus ojos. Todo en él era cautivador. Mei Xiang apenas había oído hablar del príncipe Mustafa; de hecho, no sabía nada acerca de la dinastía otomana, pero había escuchado que el príncipe Mustafa se asemejaba mucho a su madre, la mujer cuya belleza era legendaria. Al verlo, Mei Xiang podía afirmar que, sin duda, su belleza era heredada de su madre.

Al llegar a la orilla del río, Mustafa salió del agua, aún sosteniendo a Mei Xiang, quien prácticamente se apoyaba en él, ya que sus piernas no le respondían. Los guardias cercanos se apresuraron hacia Mustafa para asegurarse de que estuviera bien, pero fue Zhou Shang quien se acercó a Mei Xiang y la sostuvo entre sus brazos, permitiendo que ella descargara todo su peso contra su pecho. Con delicadeza, la bajó al suelo y la abrazó con fuerza, tratando de transmitirle algo de calor.

—Meimei, ¿estás bien? —preguntó Zhou Shang, visiblemente preocupado mientras la miraba.

Mientras tanto, Mustafa observaba con atención la cercanía entre ambos, desconcertado por la intensidad de su relación. No era comun que tuvieran una conexión asi de cercana y sentimental entre ellos : lo intrigaba. Sin embargo, no pudo reflexionar más al respecto. Taslicali se acercó a él, extendiéndole una capa de piel. Mustafa aceptó la capa, pero no se la puso.

—Tome, alteza. Esto le ayudará —dijo Mustafa, arrodillándose frente a Mei Xiang para cubrirla con la capa, asegurándose de que envolviera bien su espalda y pecho.

Estaba preocupado, realmente preocupado, y eso era evidente en su mirada y su lenguaje corporal, incluso a pesar de que intentaba mantener la calma. Mei Xiang podía verlo, incluso a través de la neblina de su propio desconcierto.

—Llévala de regreso al campamento. Necesita entrar en calor lo más rápido posible o morirá. El agua del río está demasiado helada. ¡Rápido! —ordenó Mustafa con urgencia.

A Zhou Shang le molestó que le dieran órdenes, pero lo que hizo hervir su sangre fue el tono de voz; nadie, excepto Mei Xiang, podía darle órdenes. Sin embargo, sabía que no era momento para discutir. Después de todo, tenía razón. Si no la atendían pronto, podría morir o enfermarse gravemente. Con cuidado, levantó su mano bajo sus rodillas y la otra la sostuvo en su espalda, llevándola en brazos hacia el campamento a toda prisa. Al partir, Taslicali le ofreció su capa al príncipe, pero este la rechazó con un gesto de mano.

—No es necesario, al menos no en estos momentos —dijo Mustafa, girándose hacia los guardias—. Revisen los alrededores. Los bandidos que lograron escapar no deben estar muy lejos. ¡Traigan a uno vivo! ¡Ahora váyanse!

Los hombres golpearon sus pechos como señal de afirmación antes de salir apresurados. Mustafa observó al hombre muerto en el río, su mandíbula tensándose de rabia. Si no hubiera sido por la advertencia sobre la emboscada que planeaban esos desalmados, probablemente habrían logrado su cometido: matar a la princesa. Un minuto más tarde y probabkmente el hubiera muerto también.

𝐂𝐡𝐢𝐧𝐞𝐬𝐞 𝐒𝐧𝐚𝐤𝐞 (Ș𝐞𝐡𝐳𝐚𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐬𝐭𝐚𝐟𝐚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora