Capítulo IV. El caer de la flor de Haitang

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El caer de la flor de Haitang I▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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El caer de la flor de Haitang I
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El aire dentro de la prisión del palacio de Pekín estaba viciado y cargado de un pesado olor a humedad y desesperación. Las paredes de piedra grisácea estaban cubiertas de moho y algas, evidencia del paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Las antorchas apenas proporcionaban una luz tenue y parpadeante, proyectando sombras siniestras que se retorcían en las esquinas oscurecidas.

El sonido de las cadenas arrastrándose resonaba por los pasillos estrechos, mientras los prisioneros, vestidos con harapos raídos, se agarraban a los barrotes de las celdas con miradas vacías y desesperanzadas. Entre los gemidos y lamentos, se escuchaban los sollozos de los inocentes y los gritos desgarradores de los torturados.

Los guardias, con sus rostros endurecidos por la crueldad y la indiferencia, patrullaban los pasillos asegurándose de que nadie intentara escapar y todo estuviera en orden. Sus pasos resonaban ominosamente en el silencio opresivo de la prisión, añadiendo una capa más de temor a los prisioneros ya traumatizados.

En una esquina sombría y apartada de la prisión, Zhou Shang se sentaba en silencio, adoptando una postura de meditación mientras buscaba algo de calma en aquel lugar lúgubre. A pesar del intento por encontrar la paz, su mente no podía evitar volver una y otra vez a los eventos que lo habían llevado hasta allí. El recuerdo de la muerte del príncipe mayor Houxi lo atormentaba, llenándolo de culpa y remordimiento.

Además, la preocupación por Mei Xiang y la consorte Duan lo abrumaba. Sabía perfectamente que el y la consorte se habian buscado aquel destino, sin embargo, temía por la vida de Mei XIang , se sentía impotente ante la posibilidad de que fuera condenada injustamente. No podía permitir que el destino de Mei Xiang se viera manchado por sus propios errores.

—De nuevo no has probado alimento.

De repente, una voz rompió el silencio de sus pensamientos, y Zhou Shang levantó la mirada para encontrarse con el príncipe heredero, Zhu Zaiyun, quien lo observaba con seriedad pero también con cierta empatía. Zhou Shang se sintió avergonzado por su presencia, no se sentía digno de verlo después de lo que había hecho. Zhu Z siempre lo ayudó y le dio atención sin embargo aquel día él había empuñado su espada en contra de él.

Zhu Zaiyun suspiró y entró en la celda, cerrando la puerta tras de sí. Instintivamente, Zhou Shang se puso de pie y se inclinó ante el príncipe, pero este le indicó con un gesto que se enderezara.

—Príncipe, este lugar no es adecuado para usted. Debería regresar al palacio —sugirió Zhou Shang, manteniendo la compostura a pesar de la vergüenza que sentía.

—¿Ahora también me darás órdenes, Zhou Shang? —respondió Zhu Zaiyun con un tono mezcla de incredulidad y ligero sarcasmo.

Zhou Shang bajó la mirada, sintiéndose aún más incómodo ante la respuesta del príncipe heredero. Sabía que no estaba en posición de dar órdenes a alguien de su rango, pero no quería que el príncipe estuviera.

𝐂𝐡𝐢𝐧𝐞𝐬𝐞 𝐒𝐧𝐚𝐤𝐞 (Ș𝐞𝐡𝐳𝐚𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐬𝐭𝐚𝐟𝐚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora