Capítulo III. Dolor y sacrificio

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En sus aposentos iluminados por la suave luz filtrada del sol, el príncipe Mustafa se sumergía en los asuntos de estado, respondiendo con cuidado los pergaminos que los visires le habían presentado. La atmósfera tranquila de la habitación estaba impregnada con la seriedad de sus responsabilidades desde el sultán se había ido Mustafa se encargaba de mantener todo en orden hasta que su padre volviera, no quería decepcionarlo.

Con una pluma fina y precisa, trazaba las palabras que darían forma a las respuestas ante las peticiones presentadas. Su rostro reflejaba concentración y determinación, evidenciando la responsabilidad que había caído sobre sus hombros en ausencia del sultán. De día, Mustafa se entregaba por completo a los deberes del gobierno, manteniendo el orden y la eficiencia en el imperio.

Sin embargo, al caer la noche, la paz que reinaba en sus aposentos era interrumpida por los ecos de los eventos pasados. La sombra de lo sucedido meses atrás se proyectaba en sus pensamientos, impidiéndole encontrar descanso en el silencio de la noche y aveces lo agobian en el día.

La pluma de Mustafa se detuvo por un instante, suspendida en el aire, mientras sus pensamientos se desviaban hacia los eventos pasado. Recordaba vívidamente la destitución de su cargo como gobernador de Manisa, una acción que, le generó una profunda herida y no por haber perdido la provincia del heredero, sino por la indiferencia de su padre, el sultán Suleiman.

A pesar de sentirse desplazado y decepcionado, Mustafa no tenía más opción que seguir adelante y recuperar la confianza perdida para volver a ganar el cariño de su amado padre. Los asuntos de estado requerían su atención, y la responsabilidad de mantener la estabilidad del imperio lo impulsaba a dejar atrás el dolor personal no necesitaba distracciones, ya no debía de lamentarse tenía que demostrarle a su padre su capacidad y su determinación, así como su lealtad.

Mientras se sumía nuevamente en la tarea de redactar respuestas, las puertas de sus aposentos fueron tocadas. La interrupción rompió la quietud de la habitación, y Mustafa, levantando la mirada con curiosidad.

—Adelante —ordenó Mustafa el acceso con una voz seria.

Las puertas se abrieron lentamente, revelando la figura de una joven mujer con ojos verdes claros y cabellos castaños ondulados que a diferencia de otras mujeres ella mantenía su mirada en alto mirando fijamente el rostro del príncipe. Al verla, los ojos del príncipe se iluminaron de felicidad, como si la llegada de la mujer disipara las sombras que atormentaban su mente. Una sonrisa genuina adornó su rostro, y con un gesto de alegría, se puso de pie para recibirla.

𝐂𝐡𝐢𝐧𝐞𝐬𝐞 𝐒𝐧𝐚𝐤𝐞 (Ș𝐞𝐡𝐳𝐚𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐬𝐭𝐚𝐟𝐚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora