Parte XI

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El caer de la flor de Haitang IILa conclusión del Imperio del Dragón

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El caer de la flor de Haitang II
La conclusión del Imperio del Dragón.
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—Mei Xiang, por favor, intenta entender que cada decisión que tomé fue con el fin de proteger a nuestra familia —suplicó Duan, con la voz entrecortada por la emoción—. No quería verte sufrir, nunca fue mi intención que te vieras envuelta en este conflicto.

Las palabras de Duan apenas lograron calmar la furia de Mei Xiang, quien estalló en risas amargas mientras clavaba su mirada en su madre con rabia y frustración. Duan, al escuchar la risa de su hija, sintió un dolor punzante en el pecho, perdiéndose en la amargura y el enojo reflejados en los ojos de Mei Xiang.

—¡Ves, madre! ¡No lo hiciste por mí, lo hiciste por ti y tu familia, no por la mía! —exclamó Mei Xiang, desbordando de rabia—. Yo tenía una vida, tenía planes, y gracias a ti, esos planes ya no tienen futuro. ¡Todo se ha arruinado! Pero a ti no te importó en absoluto.

Duan, visiblemente afectada, bajó la mirada y se aferró con fuerza al borde de su vestido, luchando por contener los sollozos que amenazaban con escaparse.

Mei Xiang, enfurecida, se acercó rápidamente a su madre y con brusquedad la tomó del mentón, obligándola a enfrentarla.

—¡Mírame, madre! —ordenó Mei Xiang, soltando a Duan, quien se sobresaltó por el repentino cambio de actitud de su hija—. ¡Observa lo que has hecho! ¿Estás satisfecha de verme así? ¿Alguna vez pensaste en las consecuencias de tus acciones? ¡Soy la hija del emperador! Si el príncipe hubiera ganado o perdido, mi vida habría estado en peligro, pero tú nunca consideraste eso, porque para ti, yo no importo en absoluto.

—¡Mei Xiang, ya es suficiente, por favor! —ordenó Duan con cansancio, agotada de escuchar los reproches de su hija—. ¿Por qué eres tan egoísta? ¿Por qué no puedes entender que todo lo hice por ti? Por tu hermano... por la vida que ambos tanto ansiaban. Si pudiera cambiar las cosas, lo haría, pero ahora debemos aceptar la realidad y seguir adelante.

Las palabras de su madre solo sirvieron para avivar el fuego de la ira en Mei Xiang. Sus puños apretados denotaban la tensión que sentía, y su mirada ardiente perforaba los ojos llorosos de Duan.

—Además, todo ha salido bien. Su Majestad nos ha perdonado —añadió Duan, acercándose a Mei Xiang y tomándola de los hombros con una sonrisa forzada—. Estaremos bien, nos ha perdonado, y tú, mi hija, tendrás un buen matrimonio. Serás feliz y podrás casarte con un príncipe, o incluso con el sultán. Tendrás la vida que siempre deseaste.

Las lágrimas ardientes brotaron de los ojos de Mei Xiang, mezclándose con la rabia que bullía en su interior. Su rostro se enrojeció por la furia, y su pecho se agitaba con cada respiración entrecortada. Sus puños se cerraron con tanta fuerza que sus uñas amenazaban con clavarse en sus palmas.

𝐂𝐡𝐢𝐧𝐞𝐬𝐞 𝐒𝐧𝐚𝐤𝐞 (Ș𝐞𝐡𝐳𝐚𝐝𝐞 𝐌𝐮𝐬𝐭𝐚𝐟𝐚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora