7. El sentimiento abrumador que sentimos

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Navier

Cuatro semanas habían pasado desde aquella tarde. No volvió a pisar mi empresa y su secretario era quien se encargaba de enviar los documentos que necesitaba para continuar con el proyecto. Las juntas se realizaban en alguna sucursal nuestra y hablaba más con mi padre que conmigo, quien estaba a cargo de esto.

Su actitud era la misma, pero al mismo tiempo diferente. Cuando se hablaba de los avances o cambios prestaba tanta atención, que se veía más profesional que yo misma, aunque las pocas veces que cruzábamos miradas mantenía su intensa observación en mis ojos. Lo sentía.

Era tan... extraño no ver su lado desengonzado, que podía jurar que todo lo que me había dicho hace un mes simplemente hayan sido alucinaciones mías.

Era consiente de lo que había respondido en ese momento, realmente era lo que quería, es decir, no necesitaba de él como algo diferente a lo que nos dedicábamos: Trabajar en un importante proyecto. Mas no imaginaba que cambiaría el rumbo de las cosas desde ese día.

Suspiré acercándome al ventanal de mi oficina. Las luces de la ciudad me permitían ver mi reflejo a través del vidrio. Mi blusa ligeramente arrugada, por pasar horas sentada o recostada en mi asiento. Iba a ser las doce de la noche, y la mayoría en la empresa se había retirado. Además a nadie le sorprendía que me quedara a descansar en mi oficina hasta el siguiente día.

Claramente mi madre estaba en desacuerdo con ello, pero no estaba al pendiente de mi vida como para saber que ahora tomaba una manzanilla aún estando en el edificio. Había cenado solo una ligera ensalada y leí las revistas de los últimos días. Enterándome que aquel italiano era una vez más portada.

Reí al recordar los cabezales polémicos y tomé un sorbo más de mi taza. La imagen vino a mi mente como si no quisiera olvidarla.

La fotografía había sido tomada desde una larga distancia, ya que se evidenciaba la poca claridad de ambas personas. El cabello rubio platinado y el porte de su espalda dejaba en claro que podría tratarse de él, claro, no puedo olvidar a su acompañante: Una castaña alta, que lo abrazaba con total confianza. Aunque su rostro fuera un misterio, claramente se conocían... pero no debía importarme.

-Amiga- observé por el reflejo del cristal a Laura. Llamó hace un rato, quién sabe para qué- enserio debería haber una ley que prohíba el exceso de trabajo. Mírate- negó con la cabeza, dejando su bolso

-Es tarde, y el sueño para ti es "sagrado"- moví ligeramente mi taza

-Salí a divertirme un poco, pero vaya que las redes nunca descansan- la miré confundida- vamos, hasta tú lo sabes- señaló con la mirada las revistas en la pequeña mesa frente nuestro. Rodé los ojos al ver sus intenciones

-Supongo que es normal para él- farfullé terminando de golpe mi bebida- no tiene importancia

-Pues parece que no querida, solo escuchando tu tono queda claro que te molesta

-¿Por qué crees eso? lo que haga con su vida no me incumbe- aunque él se entrometa en la mía

-¡Ay! de acuerdo- tomó nuevamente su bolso, pero atrapó mi brazo al mismo tiempo- vayamos a beber algo- demandó empujándome hasta salir de mi oficina

-Aún tengo que responder correos y firmar permisos...- para cuando quise rehusarme, ya estábamos en saliendo del edificio aún iluminado

Tomamos un taxi y aún no convencida nos dirigimos a un club en el que solo se ingresaba pagando una gran cantidad de dinero y ahora veía a dónde se iban los dólares de Laura. Ser hija única tenía favorecedoras ventajas.

-Si él se divierte, por qué tu no haces lo mismo- soltó al terminar de mostrar su identificación para dejarnos pasar- no puedes ser la única que se encierre horas solo para hacer todo perfecto

[+18] STATUS | Navier y HenleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora