Capítulo 35

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Antony 

¿Cuando me había sentido más pleno?. Sinceramente ya no lo recuerdo y la verdad no me importa

Estoy fuera de la cárcel, acabo de dar el golpe más duro que norteamérica ha visto en su historia, estoy recuperando mis negocios, mi posición; tengo a mi familia conmigo y traje a mi mujer a mi lado. He tenido buenos tiempos, pero creo que este definitivamente es el mejor, y haré todo lo que sea necesario para alargarlo hasta que sea algo permanente

—No sé por qué estás tan relajado— vuelve a hablar mientras me mantengo con la vista en el techo y la espalda totalmente recargada en el respaldar de mi sillón—. Acabamos de atacar la capital de Estados Unidos

—¿Y?

—¿Y?— repite incrédulo—. ¿Como que "Y"?

—Damian, relájate dos putos segundos

—¿Relajarme?— vuelve a preguntar y ruedo los ojos

—No saben en dónde estamos— me incorporo hasta quedar sentado, dejando el vaso de whisky sobre el escritorio de mi oficina—. No va a pasar nada

—Por ahora

—Cada agente tiene un rastreador por protección. Pulseras, zapatos, móviles, incluso microchips bajo la piel, en soldados, en cambio, hace falta ser importante para que te den uno

—¡Es una jodida Coronel, Anthony!

—¿Me crees idiota?— pregunto poniéndome de pie y da un paso atrás cambiando la expresión—. Al salir de medio oriente y aceptar la placa del imbécil de Beckett le retiraron todo lo que pertenece a la Army, incluyendo el rastreador, y se cree tan invencible e independiente que de seguro le aventó en las narices el que el General intentó darle. Además ya hice que la revisaran, está limpia, y el móvil destruido. No tienen forma de llegar a ella, por lo tanto no van a encontrarnos

—Están callados, bro— se mueve de lugar con desespero—. Sabes cómo son, esos puercos no se quedan quietos y menos tratándose de nosotros

—No van a hacer nada...

—Ni siquiera nos han señalado como responsables por lo que pasó— me interrumpe caminando de aquí para allá como desquiciado—. Están tramando algo, Antony, debemos largarnos de aquí

—Si Vannesa no sabía de esta mansión, nadie lo sabe— contesto esperando que se calme—. No hay un lugar más seguro que este, así que toma un trago— le paso mi vaso que toma— y disfruta de nuestra victoria— levanta la vista hacia mí, lo conozco lo suficiente para saber que no sabe cómo sentirse ahora mismo—. Confía en mí, Damian, nadie va a llegar aquí, y si lo hacen, la lista de quienes tienen la ubicación es bastante reducida. Sabremos quien es— su expresión vuelve a la normalidad y sus ojos se tornan un par de tonos más oscuros. No más de cinco personas además de los hombres de seguridad y empleados que jamas se mueven de aquí saben de esta propiedad, y Damian tiene claro desde los cinco años lo que le hacemos a los soplones en la Centinela— y haremos que pague— asiente y pasó por su lado dándole dos palmadas en el hombro—. Relajate, yo me encargo de todo— abro la puerta

—Tony— me llama haciendo que voltee—. Ten cuidado con ella, ese tipo de mujeres no cambian de bando tan fácil— habla intuyendo a donde voy

—Sé cómo manejarla— asiente y lo dejo encaminandome al único lugar donde me interesa estar desde que está aquí

—Amor...

—Ahora no— la interrumpo y se me cruza en medio del pasillo intentando detenerme

—Tenemos que hablar

Línea Cero- MetástasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora