Capítulo 25

2.7K 190 42
                                    

Vannesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Vannesa

Cuando era niña uno de mis lugares favoritos en el mundo era la parte trasera de mi casa. El jardín ocupaba una tercera parte de la superficie total del terreno y yo lo amaba porque había sido acondicionado para sentirse feliz en él; columpios, una alberca enorme, comedor, asador de carne, tumbonas... todo era hermoso, pero lo que más disfrutaba era el césped, era ideal para hacer todo y bien podía correr hasta que las piernas se me despegaran del cuerpo o acostarme en él buscándole formas a las nubes. Amaba hacer ambas cosas, pero amaba más el césped

Pasaba horas en él y aunque mi madre me reprendía porque al final del día terminaba con la ropa manchada de verde, no me importaba, los regaños valían cada segundo que podía reírme de lo estúpidos que eran Tales de Mileto y aquellos que le creían que la tierra era plana, si solo con acostarse boca arriba en un espacio lo suficientemente grande, te sentías envuelto por el azul del cielo y no bajo una placa enorme

Era feliz ahí, pero así como el calor existe para derretir el hielo y el día para interrumpir los buenos sueños, existen los mosquitos. No había día en que no los viera, el repelente no ayudaba y cuando era invierno y el frío no los dejaba joder afuera, lo hacía en mi oído cuando satisfecha por haber jugado intentaba dormir

Debes acostumbrarte a ellos, era lo que mi madre me repetía cada que intentaba ser una niña quejándose con aquella que le dio la vida, y yo era consciente de que son seres vivos que tienen tanto derecho a este planeta como nosotros, pero ¿por qué razón tienen que zumbarte cerca cada maldito día?

Antony es eso, el jodido mosquito que no deja de aparecer en cada puta cosa que intento hacer. Parece que haber cogido con él aquella noche me condenó a verlo por el resto de mis días y lo aceptaría, no me quejara tanto porque es costumbre que el destino se empeñe en ponerme una piedra al otro lado de la que aún no paso, pero ese malnacido me arruinó la vida y tenerlo presente en cada maldita cosa de una forma u otra no hace más que avivar las ganas por cortarlo en pedazos

No cabemos en el mismo universo

—Cuidado— dice y me agacho ante la advertencia que me da. La rama del árbol que no había visto queda atrás y continúo siguiéndole el paso a través del sendero

Llevamos más de diez minutos corriendo sin parar en dirección contraria a la propiedad. Yo nací para el ejército y lo reafirmo cuando por milésima vez en la huida las ramas secas sobre el suelo y los arbustos me arañan los tobillos y piernas, definitivamente un show de striptease antes de echarse a correr de un montón de matones no es buena idea

Los tacones tampoco es como que los aguante y no me he quedado atrás nada más porque el Coronel va tirando de una de mis manos mientras que con la otra sostengo el nudo del albornoz. No llevo más que ropa interior abajo, los tacones ya mejor ni los volteo a ver y mas vale que no paremos porque con este mísero pedazo de tela me muero de una hipotermia

—¿Sabes a dónde carajos estamos yendo al menos?— pregunto adentrándome en el charco dónde se cruza para después seguir con la carrera

—Estudié los alrededores, pero los planos no muestran las áreas sin construir así que mejor empieza a rezar, porque capaz y nos devora un oso o terminamos en un jodido acantilado— suelta y mejor no hubiera preguntado nada

Línea Cero- MetástasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora