Capítulo 39

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Vannesa

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Vannesa

Otra turbulencia y vuelvo a pegar a Sebastian a mi pecho, abrazándolo para que no se asuste mucho más de lo que ya está

Antony no ha dejado de gritar desde que recibió esa llamada en su oficina, a los dos minutos y sin darnos tiempo de nada, nos obligó a subir a la camioneta que nos trasladó directo y derrapando en la nieve hasta el jet. Llevamos veinte minutos en el aire, nunca me ha convencido tomar el curso básico de piloto en el Army, así que no soy ninguna experta, pero es obvio que las condiciones no son óptimas para volar

Hacia un aire espantoso cuando salimos de la casa, la nieve empezó a caer de camino a la pista y he escuchado varias veces las "conversaciones" dónde el alemán le grita al piloto que vaya más rápido, mientras el otro se niega alegando que sería peligroso. Por lo que se, y a lo que veo, vamos más bajo de lo normal, lo que impide tomar velocidad sin estamparnos con un ave o el pico de una montaña; la tormenta no deja ver absolutamente nada

—Ya está, enano. ¿Ves?— levanta la cara hacia mí. Está acostumbrado a volar, pero aquí hay más turbulencias, luces y alarmas de alerta que películas o libros para pasar el rato

No nos hemos podido ni levantar del asiento desde que despegamos

—¿Quieres dormir un poco?. Yo te cuido mientras tanto— sugiero y niega

—¿Cuánto tiempo falta?

—No lo sé, enano

—¿A dónde vamos?— pregunta otra vez y suelto el aire pegándolo otra vez a mi cuerpo

—No lo sé

El alemán se pone a gritarle al hombre al que manda a llamar, como si con eso pudiera bajar del jet en movimiento e ir a hacer lo que le exige, que prácticamente es saber y ser como el clon de Razvan. No se porque no viaja con nosotros si se supone que es el jefe de seguridad, pero le dio indicaciones antes de subir aquí, y no se que mierda pasa, pero solo trajo a otro idiota aparte del piloto, el y nosotros

Lo manda salir, el hombre no dice nada haciendo lo que le dice y de inmediato regresa a su lugar como copiloto. Pasan otros veinte minutos, de la cabina nos avisan que iremos agarrando altura de a poco por lo que las turbulencias van mermando; Sebastian está dormido en mis piernas y pregunto por intercomunicador si es seguro llevarlo a la recamara antes de hacerlo

Antony sigue despotricando, los otros dos a bordo están en lo suyo así que me encamino hacia la oficina que permanece cerrada. Los gritos no es como que se disimulen, esta rabioso y abro la puerta sin tocar importándome poco

—¡¿Y desde cuándo ese es mi problema?!— inquiere—. ¡Resuélvelo, hijo de puta!— estrella el teléfono contra la mesa y es ahí que se percata de mi presencia

El lugar está hecho una mierda, la mayor parte de las cosas que antes estaban sobre el escritorio y demás superficies, ahora están rotas o regadas sobre el piso; levanto la vista hacia el, la pulcritud de su imagen casi está irreconocible y se deja caer contra el respaldo de su sillón luciendo cansado

Línea Cero- MetástasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora