Capitulo Díez: Partido

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Me encuentro guardando mis cosas en mi casillero mientras observo a las chicas que quisieron golpear

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Me encuentro guardando mis cosas en mi casillero mientras observo a las chicas que quisieron golpear.

Al verlas una ira se enciende en mí pero necesito controlarme. —Lexi, controlate.— escucho la voz de Diana. Pero ella no está en ningún lado.

—¿Como...?

—Estoy en los vestidores, puedo sentir como tu corazón late fuertemente. Por favor controlate.

—Está bien...— susurro.

—Repite conmigo. Alfa, Beta, Omega.

—¿Qué?

—Solo hazlo, Lexi.

—Alfa... Beta... Omega...— susurro agarrando mis libros fuertemente.

—Otra vez.

—Alfa...— siento como la ira aún crece. —Diana, no puedo.

—Hazlo. Otra vez.

Gruño ante su petición, pero aun así le hago caso.
—Alfa... Beta... Omega... Alfa... Beta... Omega.— poco a poco la ira se relaja. —Alfa... Beta... Omega.

Miro a mi alrededor y solo me encuentro con la líder de las chicas bravuconas mirándome.
—¿Tienes algún problema? ¿Necesitas ayuda?

—No.— antes de que pueda irme siento como algo puntiagudo está en mi estómago, miro hacia abajo, es una navaja y tiene un olor muy extraño.

—Pagan bien por ti.— la miro confundida ante sus palabras. —Desde el primer día que llegaste me pareciste alguien tan despreciable, tan idiota, tan ingenua.— su voz se alzaba.

—Mira, no sé qué problema tienes conmigo, pero yo no lo comencé.

—Oh claro que lo hiciste.

De pronto veo a Diana y el hombre que nos acorraló a mí y a Liam. La mirada de Diana por alguna extraña razón estaba llena de ira en ese momento casi como si quisiera matar a alguien ahora mismo.

—Diana.— el hombre intenta detenerla, pero ella lo esquiva. De un momento a otro agarra a la pelinegra y la azota contra el casillero.

—Si vuelve a hablarle así, si vuelves a mirarla de esta forma o si tan solo respiras cerca de ella, juro que yo misma te mataré.— por instinto me muevo rápidamente para arrebatarle navaja antes de que llegue al estómago de Diana.

El hombre me la arrebata. —Vete.— ordena él con una voz ronca. La pelinegra me mira, pero el hombre se gana enfrente de mí. —Vete o habrá consecuencias.

Segundos después ella se va y nos quedamos a solas los tres.

—Gracias a ambos. Puedo preguntar, ¿Tú quien eres?

La verdadera realidad ๑ [vol.5] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora